Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede. Mateo 5:37
“Dios es mi testigo…” “Juro por el alma de mi madre…” “Delante de Dios…” ¿Usted ya usó estas u otras expresiones semejantes para afirmar que estaba diciendo la verdad?
Según este Pensamiento de Jesús, quien es verdadero no necesita jurar por nada ni por nadie. Una palabra basta. Su sí es sí. No hay dudas. No existe un “pero”. Lo mismo con su no.
Nuevamente aquí Jesús desecha los patrones de comportamiento y conducta. Los judíos estaban acostumbrados a jurar por el cielo, por Jerusalén, o por sus propias vidas. Sin embargo, así como juraban basados en la Ley de Moisés, también rompían sus juramentos cuando les convenía, usando otra parte de la Ley. Sus promesas y juramentos no valían nada. Lo que Jesús establece aquí es que nuestra reputación por decir la verdad debe ser tan impecable que nadie crea necesario que confirmemos nuestras palabras con un juramento.
Adoptar ese patrón exige de nosotros una reforma total en nuestra manera de pensar y hablar. En el pensar, necesitamos aprender a no estar en la duda, entre el sí y el no, indefinidos en nuestras opiniones. Tenemos que entrenarnos para decidirnos por el sí o por el no con firmeza y rapidez. Después de todo, ¿quién y qué está delante, detrás, al lado, arriba, abajo y entre el sí y el no? El diablo y sus sugerencias. Si reformamos nuestra manera de pensar y elegimos siempre el sí o el no, en cualquier situación, venceremos nuestras dudas y debilidades.
Y entonces, la otra mitad: ser verdadero y firme en las palabras. Cuídelas. Cumpla lo que usted dice. Por eso, no sea precipitado en el hablar. No embellezca su discurso para impresionar a nadie. No prometa más de lo que puede cumplir. Cuando construya una reputación, su palabra valdrá más que el oro, literalmente. Y no necesitará fortalecerla con juramentos.
Aplicación: Entrene su mente para decidir con firmeza y rapidez entre el sí y el no, siempre. Y cuide sus palabras para que sean siempre verdaderas y cumplidas.
¿Usted cambia mucho de pensamiento? ¿Tiene dificultades para afirmar una opinión o decisión? ¿Cuál es la reputación de sus palabras entre los que lo conocen? ¿Hay alguien que dejó de confiar en lo que usted dice? ¿Usted tiene el hábito de usar alguna frase del tipo “delante de Dios…” para confirmar que está diciendo la verdad? ¿Qué necesita cambiar para construir una impecable reputación de ser verdadero?
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