¿Por qué la mayoría de las personas trabaja para otras?
Poquísimas personas eligen decirse a sí mismas qué hacer. La mayoría, la mayor parte del tiempo, necesita que otros le digan qué hacer. Desde que nacemos, otros nos dictan qué vestir, qué comer, qué religión tener, de quién gustar o no, qué carrera seguir, etc. Nos acostumbramos a eso, a recibir órdenes.
¿Usted quiere saber por qué sucede eso? La razón está en cómo funciona su mente.
Su mente es una fuente inagotable de energía. ¿Cuánta energía, exactamente? Solo como comparación, considere un descubrimiento de Einstein. Él descubrió que al dividir un átomo, usted podría generar energía suficiente para abastecer una ciudad entera. ¡Solo un átomo! Y la mente humana no descubrió solo eso sino también como controlar esa energía. Imagínese cuán superior es esa mente.
Su mente tiene un poder ilimitado. Pero no fue hecha para funcionar en piloto automático. Ella solo hace lo que le es mandado. En otras palabras, su mente necesita un jefe. La energía es inútil a menos que sea aprovechada.
Su mente está llena de energía. Si usted no aprovecha ese poder, ella le será inútil – o peor: alguien la usará para aprovecharse de usted. Si usted no es el jefe de su mente, alguien lo será.
Este fenómeno explica por qué la mayoría de las personas en el mundo trabaja para los demás, es decir, elige ser un empleado asalariado. En vez de trabajar para sí y ganar su propio dinero, trabaja para los demás por un precio fijo. ¿Por qué? Porque es más fácil para sus mentes.
Cuando usted trabaja para otra persona, no necesita decirse a sí mismo qué hacer. Los propietarios de la empresa, los gerentes y los supervisores hacen eso para usted. Así es como usted es admitido en la empresa, recibe una descripción del trabajo. Todo lo que tiene que hacer es seguir esas órdenes y recoger su salario al final del mes. Así de simple.
Pero trabajar para sí mismo significa que no tiene un patrón. Usted es su propio patrón. Usted tiene que decirse a sí mismo qué hacer. Y no solo eso: también tiene que decirle a sus empleados qué hacer, pues necesitan de una dirección todos los días. ¿Fácil? No. No es de sorprenderse que muchos sueñen con tener su propio negocio pero desistan rápidamente cuando notan que darse órdenes a sí mismos y a los demás es un trabajo más arduo que recibirlas.
Si usted quiere mejorar la calidad de su vida, comience diciéndose a sí mismo qué hacer. Si le da a su mente una tarea, con toda la seriedad de un patrón, va a encontrar una manera para realizarla. Ella es capaz, pero necesita de un capataz.
Pero si usted le dijera a su mente “Eso es imposible”, simplemente obedecerá y desistirá de buscar una solución.
¿De quién ha recibido órdenes su mente?
Extraído Blog Obispo Renato Cardoso
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