El profeta Zacarías (que quiere decir “Dios Se acuerda”, en hebreo) era de una familia sacerdotal de la tribu de Leví. Al mismo tiempo que exhortó al pueblo a reconstruir Jerusalén y el Templo después del cautiverio en Babilonia – así como Hageo, en la misma época -, fue uno de los profetas que más hablaron sobre la venida del Mesías.
Era un gran desafío. Jerusalén necesitaba ser reconstruida, pero no solo físicamente. También necesitaba retomar su crecimiento social, ser nuevamente una nación poderosa. Convencer a los judíos sobre esto era una de las intenciones de Zacarías, al mando de Dios. Sin Embargo, el profeta también sabía que de nada servía reconstruir la ciudad y la sociedad sin una base muy importante: la fe centrada en el Dios Único.
Solo que el pueblo, aun libre de la esclavitud, estaba desanimado. Los exiliados que volvieron a Jerusalén alrededor del 536 a.C. (en un envío de aproximadamente 50 mil personas) eran de la parcela más pobre de la población. Los escasos recursos desanimaban aún más al pueblo. La minoría que luchaba por la recuperación, lo hacía de forma individual y en relación a sus propias familias. Los pocos que entendían que la unión de todos bajo el señorío de Dios era loque los levantaría nuevamente, nadaban contra la corriente. Era necesario una sociedad entre los ciudadanos y de ellos con el Señor.
La llegada de Jesús
Las referencias al Mesías no son raras, en lo que Zacarías escribió, según las visiones que recibía de Dios:
“Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu Rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.” Zacarías 9:9
Es apenas una de las varias citas que hablan acerca de la venida de Jesús a la Tierra hecho carne, 400 años antes. En otra, el profeta cita también el Sacrificio Supremo:
“Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.” Zacarías 12:10
Delante de aquella resignación pasiva de los judíos después del exilio, Zacarías estimulaba a sus paisanos a una vida en comunidad y temor a Dios, en una Jerusalén restaurada. Era el camino para que un día recibiesen en su tierra al Rey de los Reyes, a Jesús, que Se sacrificaría por todos los pecadores.
[related_posts limit=”10″]