La humildad y el liderazgo parecen ser dos cualidades que no combinan entre sí, a primera vista. Pero, ¿realmente estas dos virtudes no pueden coexistir?
De este interrogante surgen otros:
¿Cómo alguien alcanza una posición de liderazgo, principalmente en organizaciones altamente competitivas, si no posee ambición personal?
¿Cómo las personas verdaderamente humildes pueden lograr una posición de influencia y autoridad?
¿Y qué sucederá cuando lleguen allí? ¿Acaso cambiarán su postura cuando alcancen ese objetivo?
Ejemplos de humildad
Nuevamente vamos a recurrir al Libro Sagrado y a sus sabios pasajes para buscar lecciones que nos pueden ayudar a responder esas cuestiones, y a aprender cuál es la conducta que los empresarios deben tener, de acuerdo con los preceptos cristianos.
Moisés
Moisés condujo a los hebreos hacia la Tierra Prometida. Él fue uno de los líderes más influyentes y poderosos de su época. Venció a la resistencia del faraón y logró obtener la libertad de su pueblo. Guió a los judíos por el Mar Rojo y por el desierto.
Estas son acciones que podrían haber hecho que el líder hebreo elevase la cabeza con altivez. Luego de sus hechos, Moisés podría haber dicho: “Haremos esto porque yo estoy al mando y les diré que lo hicieran”, “Sin mí, nada de esto hubiese sucedido”, “Si usted quiere hablar conmigo, marque una cita con mi asistente, Aarón”.
Sin embargo, en Números 12:3, la Biblia afirma exactamente lo contrario: “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la Tierra.” En varias ocasiones, Moisés se decepciona y protesta, diciendo que no merece ser seguido, que es solo un hombre, pero siempre es convocado por Dios para actuar.
Pedro
No es solo en el Antiguo Testamento donde encontramos ejemplos de humildad y liderazgo, en el Nuevo también. Pedro era pescador, pero fue invitado por Jesús para ser un “pescador” de hombres. Aun después de convertirse en uno de los 12 apóstoles, nunca perdió de vista la conciencia de que era un ser falible y humano.
Cierta vez, un centurión romano llamado Cornelio se acercó a Pedro, ansioso por oír la Palabra. El militar estaba tan ávido por esto que cayó a los pies del apóstol, en reverencia.
Esa podría haber sido la ocasión perfecta para que un hombre menos humilde dominase a Cornelio y se impusiera como un gran hombre o representante del propio Dios. Sin embargo, la actitud de Pedro fue de una extraordinaria humildad: “Levántate, pues yo mismo también soy hombre.” (Hechos 10:26)
Lecciones
Observe que, en los dos casos, Moisés y Pedro no dejaron de ser líderes por sus actitudes. De hecho, sus conductas confirmaban aún más sus comandos. Jamás dejaron de tener la medida correcta en relación a sí mismos, a los demás y a Dios.
Cada uno tenía su misión, es verdad, pero sabían exactamente cómo comportarse en situaciones que probaban sus condiciones. Cuando estaban en la duda, buscaban una orientación Divina. Conciliaban, perfectamente, la humildad y el liderazgo, demostrando que estas dos cualidades pueden coexistir.
Otra lección a los empresarios es que, exactamente por tener una conducta humilde, no dejaban que las ambiciones personales superaran o interfirieran en sus misiones. Tan importante como eso era el hecho de que no cambiaran sus comportamientos luego de alcanzar sus objetivos o incluso en el transcurso de sus misiones.
Otro detalle importante para que Moisés y Pedro tuviesen éxito en sus jornadas, era la comunión que mantenían con Dios. Sin Él, no hubiesen tenido el éxito en sus respectivas misiones.
Y usted, ¿ya tiene una comunión con el Señor Jesús para alcanzar su éxito?
¡Piense en esto!
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