Ni siquiera siete hijos le darían el amor que Rut, su nuera, le dio. Y no solo porque Rut era una buena muchacha, siempre cariñosa, sino porque todo lo que Noemí hizo durante la vida, estaba siendo reflejado en su nuera.
Rut conoció a Noemí cuando aún vivían todos en la tierra de Moab. Encantada con Malhón, uno de los hijos de Noemí y Elimelec, se casó con él. El trato dado por Noemí a su familia siempre fue ejemplar. Tan grande era el cariño que les tenía a sus nueras que, aun después de la muerte de su esposo y de sus dos hijos, ellas quisieron quedarse a su lado.
Era común en aquella época que las viudas jóvenes volvieran a la casa de sus padres para que pudieran casarse nuevamente. Como ninguna de ellas tenía hijos, sus vidas serían mejores, pero ninguna quiso esto.
“Y Noemí dijo a sus dos nueras: Andad, volveos cada una a la casa de su madre; el Señor haga con vosotras misericordia, como la habéis hecho con los muertos y conmigo”, les deseó Noemí. (Rut 1:8) (En la nota dice Rut)
Pero ninguna quiso acatar el consejo. Después de conversar mucho, Orfa aceptó volver a la casa de sus padres, pero Rut fue determinada:
“No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga el Señor, y aun me añada, que solo la muerte hará separación entre nosotras dos.” (Rut 1:16-17)
Si el cariño de un hijo es inmensurable, la gratitud y el amor que le tenemos a quienes nos ayudan son inigualables. Rut renunció a su cultura, a sus dioses, a su pueblo y a la familia que la crió para seguir a su suegra hacia un lugar desconocido, con personas diferentes y creencias distintas. Por ser viuda, Noemí quería volver a la tierra de donde había salido años atrás junto a su esposo. Y, por la insistencia de Rut, aceptó su compañía.
Noemí fue quien cuidó y aconsejó a Rut. Siguiendo sus consejos, la muchacha logró casarse nuevamente, con un hombre honesto y atento. El amor de Rut por su suegra, convertida en su madre, fue tanto que el primer hijo de la mujer fue entregado a Noemí para que lo cuidase. Este hijo se llamó Obed y fue el abuelo del gran rey David.
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