Estabas enamorada de él, hacías de todo –hasta lo que no debías– para hacerlo feliz, pero un bello día él decide terminar la relación. Parece que una parte de tu cuerpo fue arrancada y el dolor de perderlo definitivamente te consume. ¿Y ahora? Si no tenés cuidado, comenzarás a humillarte, a implorar que él vuelva y aceptarás cualquier cosa para lograrlo. O comenzarás a comer en exceso o menos por la preocupación. Lo primero que debés preguntarte es si vas a luchar por él o si vas a seguir con tu vida.
El problema no es enamorarse, sino colocar a ese amor en el primer lugar de tu vida. Muchas mujeres cuando están de novias se alejan de sus amigas, de la familia y de su fe, entonces ante un rompimiento, solo piensan en volver al lado de su amado. Así es como quedan a merced de los caprichos e intereses del hombre, que, lamentablemente, las utiliza y las abandona cuando y como quiere.
Levantá la cabeza
Según la psicóloga Fabiana Santos, es normal estar triste cuando una relación llega al fin, pero sin exagerar o desequilibrarse. “A ningún ser humano le gusta perder. El proceso del luto es normal y se caracteriza básicamente por la tristeza, por el llanto o por las promesas de cambio. Después viene la rabia, la supervaloración y la superación. Clara que cada etapa no es una regla, pero es muy común que este proceso suceda de esta manera”, explica la especialista.
No es lógico ver a una mujer siendo maltratada y aún implorar para que el hombre se quede con ella. La escritora Nanda Bezerra explica que cuando eso sucede, una palabrita resuelve el problema, el amor propio. “Mujeres y chicas hoy no se dan el valor que merecen y por eso viven frustradas, mal amadas e infelices. Por favor, no confunda eso con orgullo, no tiene nada que ver, pero necesitamos amarnos. Si él la traicionó, terminó el noviazgo o no tuvo consideración, quien está perdiendo es él. No voy a decir que no va a doler, pero va a pasar y después usted va a ver de lo que se libró”, aconseja.
Poniendo en práctica
La valoración es un proceso necesario para recomenzar. Aprender a cuidarse y mejorar la autoestima son cosas importantes, pero buscar refugio en Dios es imprescindible, pues Él enseña la mejor manera de actuar. El amor propio impide que la felicidad se centre solo en una relación y hace que sepas que valés mucho, por lo tanto, merecés lo mejor.
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