Muchos desean tener una nueva vida y por ese motivo se acercan a buscar a Dios. Para que ese cambio se produzca, es necesario reconocer que se está perdido en los pecados para luego arrepentirse y finalmente bautizarse en las aguas. Así, por la fe, queda sepultada la vieja naturaleza, uno sale limpio de las aguas y recibe, en el momento, la Salvación. Después tendrá que luchar para mantenerla.
El bautismo en las aguas es imprescindible para las personas que después de convertirse continuarán viviendo en este mundo corrupto. Para no contaminarse necesitan estar “sepultadas” o “muertas”, a fin de que el pecado no tenga ningún dominio sobre ellas.
¿Qué se necesita para bautizarse?
“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.”, (Hechos 2:38).
Una persona solamente estará lista para bautizarse en las aguas cuando esté segura de haberse arrepentido de sus pecados y de haber aceptado al Señor Jesús como su Señor y Salvador.
El bautismo no sirve para sanarse, para dejar un mal hábito o para recibir una bendición. Su propósito es sepultar la vieja naturaleza, que ya murió con el arrepentimiento. Quien se bautiza esperando que al salir del agua sus malos hábitos hayan desaparecido como por arte de magia, está completamente equivocado, debe entrar a las aguas ya arrepentido y convertido.
Por este motivo, nadie debe bautizarse antes de haber decidido abandonar el pecado definitivamente. Solo deberá hacerlo si está determinado a no volver a practicar las cosas incorrectas que hacía en el pasado.
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