En el tiempo de la Gran Tribulación, las personas se convertirán o no, pues los que se conviertan sabrán de antemano que tendrán que pagar con la propia vida el precio de su conversión, ¡y entonces habrá una verdadera calidad de cristianismo!
El Señor Jesús dijo que si aquellos días no fuesen acortados, ninguno sería salvo (Mateo 24:22). Tal vez alguien cuestione cómo se convertirán aquellas almas, si en ese momento el Espíritu de Dios no estará actuando más.
De hecho, el Espíritu Santo no estará más en el mundo después del arrebatamiento de la Iglesia; sin embargo, la Palabra de Dios, ya conocida por todos, pasará a hablar con fuerza en el corazón de aquellas personas, promoviendo, de esta manera, su conversión.
Además, el Señor Jesús ya había enseñado: “…las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida.” (Juan 6:63). De esta manera, el espíritu de la Palabra de Dios realizará el trabajo del Espíritu Santo, y muchos se convertirán.
Es importante notar que en este sello el apóstol vio solo el clamor de las almas debajo del altar. De él no participaron los poderes celestiales, es decir, no participaron los juicios provenientes del Cielo, tales como los de los cuatros caballos, que vinieron por orden Divina.
En este sello, Dios permite que sean martirizados aquellos que alcanzaron la fe cristiana después del arrebatamiento de la Iglesia, y luego de la manifestación del dominio del anticristo y del cuarto jinete.
Eso sucede precisamente porque Dios quiere separar a los salvos de los que no lo son. En esta visión, Juan no ve a caballos ni a jinetes, sino a las almas de los que no murieron por parte de Dios, porque el juicio divino nunca está en contra de aquellos que son de Él.
Estas almas, debajo del altar, son las de los mártires que fueron asesinados en la Tierra por fuerzas exclusivamente demoníacas, durante los primeros cuatro sellos, a causa de la fe cristiana que profesaban, opuesta al anticristo.
Existen estudios que creen que las almas debajo del altar son los mártires del pasado. Pero eso no puede ser posible, dado que aquellos mártires ya están glorificados junto al Señor Jesús y pertenecen a la Iglesia arrebatada. La Iglesia arrebatada tuvo su cuerpo glorificado, mientras que aquellas almas debajo del altar todavía no fueron glorificadas. Están delante del trono de Dios, pero debajo del altar.
Por otro lado, ¡la Iglesia del Señor, que fue arrebatada, está con Él, es vencedora y está glorificada! A pesar de estar junto al Señor, las almas de los mártires de la Gran Tribulación aún no están gozando de los mismos privilegios de la Iglesia arrebatada.
Las personas que probablemente se convertirán durante el período de la Gran Tribulación serán los seres queridos de los que fueron arrebatados.
Muchos impíos, mundanos e incluso cristianos “nominales” serán completamente curados de su incredulidad y de la dureza de su corazón, a través de la revelación de los primeros cuatro sellos, convirtiéndose radicalmente basados en la Palabra de Dios que oyeron anteriormente.
El motivo por el cual las almas de debajo el altar murieron las hizo mártires: “…vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían” (Apocalipsis 6:9).
Murieron porque tal testimonio es imposible durante el dominio del anticristo. Por eso, para estas personas no habrá lugar en la Tierra. De alguna manera, hoy ya sentimos eso espiritualmente.
(*) Fragmento extraído del libro “Estudio do Apocalipsis”, del obispo Edir Macedo.
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