Cuenta una vieja fábula que allá lejos y hace tiempo, en plena expansión del Imperio Romano, los insaciables conquistadores del César se encontraron con un pequeño grupo de galos (los ocupantes de las tierras que hoy conocemos como Francia) a los que no podían vencer. Ninguna de sus variadas tácticas militares lograban quebrar la resistencia de los aguerridos aldeanos, que se negaban a ser dominados por Roma.
Los infructuosos intentos por conquistar esa porción de territorio llevaron a los ingeniosos romanos a urdir un plan completamente innovador y revolucionario: decidieron enviar a una legión de mujeres al frente de batalla. El resultado de aquella incursión militar no fue menos sorprendente, los galos se rindieron sin oponer la más mínima resistencia.
¿Qué sucedió? Resultó que los galos no podían pegarle a las mujeres debido a un viejo código de comportamiento conocido como “la galantería gala”. Los romanos, hábiles tanto en el campo de batalla como fuera de él, se aprovecharon de esa caballerosidad y lograron derrotar a sus enemigos.
Al ser una fábula, nada de lo que relaté más arriba sucedió, sin embargo, esta historia nos puede enseñar a respetar a una mujer.
En tiempos en los que ellas pelean por tener los mismos derechos que los hombres, todavía hay individuos que se aprovechan de su fuerza física y someten a las mujeres. Las violan, las torturan tanto física como psicológicamente y las reducen a la nada misma.
La vida de las víctimas es un verdadero infierno, al punto que muchas de ellas prefieren morir antes que seguir soportando esa situación.
Si usted está leyendo estas líneas y es una mujer, sepa que tiene un valor incalculable para Dios, al extremo de haber dado la vida de Su Hijo para que usted pueda tener una vida feliz en la Tierra y una vida eterna en el cielo. No tiene por qué soportar malos tratos, insultos o agresiones. Haga uso de sus derechos y denuncie, deje de poner su vida en riesgo ante un hombre que lo único que tiene de “hombre” es un cromosoma Y en sus células.
En cambio, si usted que lee es hombre, pero hombre de verdad, no “macho” como una especie animal, analice sus comportamientos y vea si ha ocupado su lugar de protector y proveedor. Eso es lo que Dios nos manda cuando dice: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.”, (1 Pedro 3:7).
¿Hace falta añadir más?
[related_posts limit=”12″]