Conmigo sucedió algo semejante a lo que pasa con la mayoría: vi a los amigos consumir y quise pertenecer a un círculo social donde el “grupo” estaba. Para conseguir formar parte de eso, decidí probar- la idea inicial era solo probar. Yo ni siquiera imaginaba que me convertiría en un prisionero. Primero fue el alcohol. Después, respondiendo al llamado de un compañero, decidí probar la marihuana – vi allí la posibilidad de “agruparme” y ser aceptado.
En esa época, ya estaba sufriendo y, hasta entonces, mi objetivo estaba en el deporte y deseaba profesionalizarme. Había mucho prejuicio con la práctica del surf, pues muchos creían – y algunos todavía creen – que en él hay un fácil acceso a las drogas. En mi caso, lamentablemente, termine volviéndome una confirmación.
La droga es devastadora. Y, como no podría ser diferente, con el pasar del tiempo fui hundiéndome más. A los 18 años ya era dependiente del alcohol, de la marihuana, del lanza perfume y, por fin, de la cocaína que pasó a ser mi compañía diaria. Así, fui gradualmente desistiendo del deporte y de mis sueños.
Ya no podía dormir. Vivía en función de las drogas y para obtener más y alimentar el vicio hasta me volví traficante. Durante 20 años esa fue mi rutina: tráfico, fiestas, muchas peleas en casa y la fuga constante de la policía. Me duele recordarlo, pero el peor momento fue cuando, descontrolado, agredí físicamente a mi madre y a mi esposa – delante de mis hijos que, asustados, presenciaban una escena todavía más terrorífica: me vieron romper toda la casa.
Siempre es posible cambiar
Aunque estaba hundido en esa vida de perdición, no hubo un solo día, que no clamase a Dios por ayuda. En ese momento, yo no sabía, pero ¡Él estaba oyendo todo mi desahogo y viendo mi desesperación! El problema es que para obtener un cambio era necesaria una acción de mi parte – solo una actitud mía podría cambiar aquella situación. Y no me quedé quieto. Determiné que recuperaría la dignidad y devolvería la alegría a mi familia. Y estaba dispuesto a pagar el precio.
En ese periodo de violencia contra mi familia, cuando estaba totalmente involucrado con el tráfico, durante el día trabajaba como vigilante. Y en ese lugar de trabajo me hablaron de mi importancia para Dios. Por dos años recibí varias invitaciones para concurrir a una reunión de la Universal y siempre las rechazaba. Después de que llegué al fondo del pozo, exactamente dos días después de la violencia en mi casa, me decidí a buscar ayuda.
Hoy, si ningún orgullo puedo afirmar que me transformé en un ejemplo para mi familia y en un héroe para mis hijos.
Soy Fabiano Godinho, 41 años. Si usted desea conocer un poco más de mi historia ingrese a: www.eusouauniversal.com/