Los accidentes son la quinta causa de muerte en el mundo; de ellos, el 66 por ciento son caídas, en sus tres cuartas partes protagonizadas por personas mayores de 65 años. Esta enorme incidencia, que depende en gran medida del medio en el que vive y se desenvuelve es la razón de que la prevención de este tipo de accidentes sea tan importante en geriatría.
No sólo los ancianos son quienes más riesgos corren de soportar caídas sino que también son los que sufren con más asiduidad lesiones secundarias como consecuencia de las mismas. Tanto es así que, en la actualidad, existe un aparato protector diseñado para evitar las fracturas de cadera, una de las lesiones más comunes y que cada año deja imposibilitadas a miles de personas.
Estos protectores, que se han puesto a prueba en el Centro Médico Gerontológico de Los Ángeles para determinar su eficacia entre la población de edad más avanzada, podrían prevenir hasta un 84 por ciento de las fracturas. Ya, en 1993, un estudio danés sugería los beneficios de emplear los protectores en centros hospitalarios y residencias de ancianos, aunque hasta ahora no habían cobrado popularidad.
En un año, la tercera parte de los ancianos que viven sólos o en familia sufren caídas. De ellos, un cinco por ciento sufre fracturas y un dos por ciento precisa atención hospitalaria. Entre estos últimos, tan sólo la mitad sobrevive un año más después de la caída. Sin embargo, la incidencia de estos accidentes es mucho mayor entre los ancianos que residen en instituciones. Aquí, las caídas llegan a afectar hasta el cincuenta por ciento de los mayores. Las causas hay que buscarlas, básicamente, en las patologías que padecen y que han provocado su ingreso.