Del principio al fin, podemos constatar la realización de varios milagros. Personas que creían en el poder de Dios y otras que escuchaban hablar sobre Él, momentos antes de que el milagro fuera ejecutado.
Pero, ¿por qué no todas las personas pueden ver los milagros sucediendo en sus vidas? ¿Dios es injusto? ¿Cuál es la diferencia entre los que reciben y los que no reciben un milagro?
La diferencia está en una característica en común y que fue fundamental para que los milagros mencionados en la Biblia sucedieran. Algo que aprendemos desde el principio y que muchas veces pasa desapercibido.
En los pasajes bíblicos que hablan de milagros, observe que antes de que los mismos se concreten, la persona confesaba tener fe, y luego enseguida, obedecía lo que el Señor le ordenaba.
Y ese es el gran secreto, obedecer.
Noé es un gran ejemplo de creencia y obediencia a la voz de Dios.
Él era justo, íntegro y andaba con Dios, por eso el propio Señor le anunció el diluvio a Noé y le prometió que lo salvaría, junto a su familia. Pero esa promesa solo pudo cumplirse en su vida porque él creyó que el diluvio vendría y obedeció, al construir el arca.
El arca tomó 100 años en ser construirda. Vino el diluvio y Noé y su familia se salvaron.
Tal vez usted aún no ha visto que algo suceda, pero crea y obedezca que, con certeza, el milagro lo alcanzará.
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