Vea lo que está escrito en el libro de Ezequías, capítulo 36, del versículo 33 al 36:
«Así dice el Señor Dios (no es un pastor, un apóstol, un obispo, sino el propio DIOS el que dijo así): En el día que Yo os limpie de todas vuestras iniquidades, haré que las ciudades sean habitadas y las ruinas reedificadas…».
Dios compara las ciudades con las personas, porque ¿qué tiene que ver la iniquidad con las ciudades y las ruinas? Dios siempre dejó en claro que el hombre, como Su imagen, debe ser Su templo, templo de Su Espíritu, Jesús habló del Espíritu una y otra vez. Incluso Él dijo: «Yo voy al Padre», y todos se pusieron muy tristes, los discípulos, los apóstoles, el pueblo, y Él les dijo que no se entristecieran. «Yo voy para que el Espíritu Santo venga y habite en vosotros», en otras palabras: «Así como el Espíritu Santo está en Mí, Yo voy al Padre, a sentarme a la derecha del Padre, porque voy a vencer las iniquidades de la humanidad, los pecados, las malas intenciones, las inclinaciones, voy a perdonar los pecados, no Me voy a dejar vencer por la incredulidad ni por la ingratitud de las personas, porque Yo voy a morir y, aun allí, en la cruz, voy a interceder por ellos». Y lo hizo diciendo: «… Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen…», mientras Le decían: «Si eres el Mesías, desciende de ahí».
Si Él hubiera descendido, no nos hubiera salvado, porque estaba en nuestro lugar, por nosotros. Jesús no tuvo la necesidad de explicarlo, porque ya había predicado y orientado del porqué lo haría. Lo hizo por mí, por usted, y lo hizo para que el Espíritu Santo viniera, no para que estuviera a nuestro lado, sino dentro de nosotros.
Hoy, el Espíritu Santo quiere habitar en nosotros, quiere guiar sus pensamientos, su mirada, sus palabras, sus acciones, sus pasos, quiere usarlo poderosamente para que usted lleve a otros la oportunidad de conocer a Jesús. Al Jesús que perdona nuestros pecados, que limpia todas nuestras iniquidades; la iniquidad de la mente, de los ojos, de los labios, de la boca, de los oídos, del corazón, de las manos, de los órganos genitales y de los pies de las personas que estuvieron en lugares indebidos con personas indebidas. Entro en detalles para aclarar que la iniquidad son sentimientos que usted alimenta y que le hacen pensar, planear, sentir, hablar, escuchar, caminar en lugares que no debería o con personas con las que no debería relacionarse.
A los perdidos y a los pecadores Jesús nunca los rechazó ni los condenó, sino que los buscó, los evangelizó, los perdonó, pero nunca Se dejó influenciar por ninguno de ellos, ni por los pecadores ni por los religiosos que se consideraban perfectos, hijos de Abraham. Jesús les dijo que eran hijos de Abraham en la sangre, pero no en la fe, porque, si lo fueran, aceptarían Su Palabra y no querrían matarlo.
Jesús siempre dice la verdad, no con la intención de herir, sino de liberar a la persona que es sincera y hacerla entender que necesita cambiar, que necesita limpiarse de todas sus iniquidades para ser habitada y reedificada.
Todo lo que fue destruido y arruinado, como el matrimonio, la familia, el negocio o el trabajo deben limpiarse de las iniquidades. Él dice que, si algo está arruinado, si está deshabitado es porque hay iniquidad, pero, cuando se quita la iniquidad, lo que estaba deshabitado vuelve a estar habitado, y lo que estaba en ruinas es reedificado.
«La tierra desolada será cultivada en vez de ser desolación a la vista de todo el que pasa.»
Usted ya fue motivo de vergüenza, de desolación; las personas lo miraron y le dijeron que para usted ya no había solución, que era un caso perdido, pero Dios le da la oportunidad de volverse una tierra cultivada, fructífera. Él convierte lo malo en bueno.
El cobarde de satanás hizo que Eva comiera el fruto, pero Dios lo venció diciendo que a toda persona que Lo escuche, Lo obedezca y acepte al segundo Adán, que es Jesús, la rescataría para Él. Por eso, Jesús dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida». Él es el camino, la verdad y la vida que nos conduce al paraíso, no al jardín del Edén, porque el paraíso hoy empieza dentro de nosotros.
Yo puedo hablar porque ya viví en la desolación, en la destrucción y en la ruina, espiritualmente hablando, y hoy vivo con el paraíso en mi interior; en paz y seguridad. Cosas horribles se dijeron de mí, de mi familia, nacional y mundialmente, injusticias, persecuciones; pero, como dentro de nosotros había paz, estaba el paraíso, teníamos una vida con Dios, no nos derribó, no huimos, no nos escondimos, porque la verdad siempre sale a la luz. Pero, para eso, usted debe vivir en la verdad, porque, si vive en la mentira, si vive en las tinieblas, ¿cómo las va a vencer? Es como la injusticia, ¿cómo vencerá la injusticia si es injusto? ¡Le será imposible!
Dios venció a satanás y envió a Jesús para abrir el camino que nos conduce al paraíso aquí en la tierra, dentro de nuestro corazón a través del Espíritu Santo, ¿no es maravilloso?
Por eso, participamos de la Santa Cena. Jesús dijo: «Coman del pan, es un derecho de ustedes, es Mi cuerpo, que entregué por ustedes. Beban de esta copa, que es Mi sangre, que es derramada por ustedes, ¡valoren esta oportunidad!».
«Y dirán: Esta tierra desolada se ha hecho como el huerto del Edén; y las ciudades desiertas, desoladas y arruinadas están fortificadas y habitadas.»
¡Qué maravilloso! Usted puede ver a una persona desahuciada, adicta, endeudada, desacreditada de quien las personas dicen: «Es un caso perdido», pero Dios dice lo contrario: «Ella puede volverse un huerto del Edén». ¡Qué maravilla!
«Y las naciones que quedan a vuestro alrededor sabrán que Yo, el Señor, he reedificado los lugares en ruinas y plantado lo que estaba desolado; Yo, el Señor, he hablado y lo haré.»
¡Este es nuestro DIOS! Este es el Dios que lo llamó y lo envió a este lugar y que, al habitar en usted, le va a dar paz, porque lo librará de toda carga del pasado, no es la iglesia, el obispo, el pastor, el político, el especialista el que lo hará.
Está prometido, está garantizado; fue Él el que dijo: «Yo no soy como los demás que prometen y no cumplen, lo que Yo digo lo hago. Decide creer y confiar en Mí, porque, aunque tu vida esté desolada, arruinada, si aceptas Mi Palabra y te entregas a Mí, te daré Mi Espíritu para que camines Conmigo».
Las personas lo verán y escucharán su testimonio, de cómo usted era en el pasado y cómo es ahora, ¡con un presente totalmente transformado!