El estrés generado por el ritmo de las grandes ciudades compromete el humor, la salud e incluso el desempeño profesional. Los horarios siempre están justos y los compromisos casi siempre se posponen y, para colmo, se pierde la poca paciencia que queda en el tránsito caótico.
Buscando una vida menos estresante, muchos empiezan a optar por el “home office”. Trabajar en casa tiene sus beneficios. Las horas que antes se perdían en el traslado ahora se convierten en tiempo extra para realizar otras actividades y, de paso, proporcionar calidad de vida y bienestar.
El confort de trabajar en casa exigen foco, organización y principalmente disciplina. Busque un lugar que esté lo más lejos posible del murmullo del hogar. Lo ideal es que la oficina tenga una entrada independiente, pero si no es posible, busque un rincón apartado para trabajar sin distracciones.
Tenga en mente que ese es su lugar de trabajo, manténgalo siempre ordenado. Es importante tener mesa y silla ergonómica, pues generalmente se trabaja durante muchas horas seguidas.
No deje de encarar su trabajo como lo que es, un trabajo. Nada de trabajar en pijama, de olvidarse entregas o de mezclar el dinero de la empresa con el de casa. Sea consciente de que el trabajo en casa es como cualquier otro.
Ellos lograron el éxito
Gustavo: “Cuando llegamos al Congreso para el Progreso estábamos viviendo en una casilla. No daba más, era una humillación terrible, estaba todo trabado, cuando más me esforzaba, peor era. Para llegar a la iglesia nos colábamos en el tren, fue un esfuerzo tremendo. Llegamos al punto de pasar 20 días sin luz eléctrica porque no había cómo pagarla y cocinábamos con leña porque no podíamos siquiera comprar una garrafa.
En el Congreso para el Progreso aprendí a confiar. Empecé a luchar y a perseverar. Hoy tengo diez empleados, mi auto, mi casa como a mí me gusta, nos vamos de vacaciones y mi familia es feliz gracias a Dios”.
Rosa: “Mi vida estaba destruida, había fracasado en lo económico, no tenía para comer y estaba enferma. Como no sabía cómo salir de esa situación intenté suicidarme, busqué ayuda y pero no la encontré, entonces, por los nervios, quedé paralítica. Estaba en un estado crítico.
Llegué al Congreso para el Progreso por primera vez haciendo 60 kilómetros a dedo porque no podía pagar el pasaje. Acá me enseñaron a usar la fe, hoy estoy bien, sana. Además, pude comprar tres terrenos, edifiqué mi casa, tengo mi negocio, mi auto 0 km, los planos aprobados para hacer dos locales y departamentos”.
Congreso para el progreso, todos los lunes a las 8, 10, 16 y especialmente a las 20 h en Av. Corrientes 4070, Almagro.
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