Se acostumbra decir que la confianza, al igual que el respeto, no es algo que podemos exigir, sino conquistar. Sin embargo, de vez en cuando, nos encontramos con situaciones en las que tenemos que elegir entre dar o no un voto de confianza a alguien que no conocemos, aun sabiendo que corremos el riesgo de decepcionarnos.
¿Quién nunca ha sido abordado en la calle por alguien que diciendo estar desempleado, pasando hambre o con hijos pequeños sin tener qué comer, le pidió una suma de dinero o que le pagara algo?
Considerando la enorme cantidad de personas que utilizan la mala fe para sacar algún provecho de otras, la mayoría de nosotros nos negamos, ¿no es cierto? Pero hay veces en que simplemente decidimos dar un voto de confianza a la persona que pide.
El hecho es que, lamentablemente, cada vez más personas dejan de creer en el ser humano y prefieren mirar con desconfianza a los que se acercan a ellas para pedirles algún tipo de ayuda.
“¿Y si fuera una mentira?” – Pensamos inmediatamente
Sin embargo, hay personas que prefieren invertir la pregunta: “¿Y si es verdad?” Personas que prefieren ayudar en vez de imaginar la posibilidad de negarse a extender la mano a alguien realmente necesitado.
Eso es tener buenos ojos, una cualidad rara en los días de hoy. Tener buenos ojos es optar por ver el lado bueno de las personas, en lugar de juzgarlas mal.
“Prefiero ser perjudicado por tener buenos ojos que sacar provecho con los malos”, dicen algunos. Es una cuestión de elección: creer en la buena índole de las personas, en el carácter, aún bajo el riesgo de decepcionarse, o vivir la alegría y la satisfacción proporcionada por el hecho de “dar”, algo que solo puede ser experimentado por aquellos que son capaces de tan grande nobleza. Quien tiene malos ojos nunca sabrá lo que es eso.
Compartiendo lo poco
Lo natural es que veamos a personas en situación de calle abordando a los transeúntes para pedir ayuda. Pero, ¿y lo contrario? ¿Ya lo ha visto? ¿Alguien que vive al margen de la sociedad, excluido y despreciado por todos sería capaz de donar o compartir lo poco que tiene hasta privarse de algo para dárselo a una persona que pide su ayuda?
Paradójicamente, el que menos tiene es el que más se dispone a dar. Así fue con la viuda pobre citada en la Biblia (lea Lucas 21:1-4).
Esta es la clase de confianza que Dios espera de nosotros hacia Él. Al punto de entregar en Sus manos todo lo que poseemos, en la certeza que Él cumplirá lo que prometió.
Cuando Él ve esa calidad de fe en nosotros, no solo nos devuelve aquello que Le entregamos (como hizo con Abraham – lea Génesis 22:1-18), sino que nos sorprende dándonos mucho más de lo que esperamos o habíamos pedido.
Y entonces, ¿cuál es el grado de su confianza en Dios?
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