El Señor Jesús dijo estas palabras acerca de Su venida: En ese día, el que esté en la azotea y tenga sus bienes en casa, no descienda a llevárselos; y de igual modo, el que esté en el campo no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. Todo el que procure preservar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la conservará. Les digo que en aquella noche dos estarán en una cama; uno será tomado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo en el mismo lugar; una será tomada y la otra será dejada. Dos estarán en el campo; uno será tomado y el otro será dejado.” Lucas 17:31-36
Ese pasaje bíblico permite comprender el terrible hecho de que ni todas las personas serán salvas. Pues, es necesario mucho más que solo la “voluntad” para que eso suceda.
Como el Propio Señor Jesús alertó desde el comienzo de este versículo, no podemos tener el corazón apegado a nada. La voluntad de Dios está por encima de todo.
Es lo que Él sugiere cuando pide que recordemos a la mujer de Lot, que fue instruida por el ángel de Dios a no mirar hacia atrás cuando saliese de las ciudades de Sodoma y Gomorra, las cuales serían destruidas por causa del pecado. Sin embargo, la esposa de Lot desobedeció y volvió sus ojos hacia las ciudades, y, en consecuencia, se transformó en una estatua de sal (Génesis 19:12-29). En otras palabras, perdió la salvación de aquella destrucción.
No podemos convencer a nadie a entregar la vida a Jesús, es una elección personal. Por eso, es importante que cada uno tenga conciencia de la búsqueda por la Salvación en Cristo. El Creador nos da permiso para que elijamos entre dos caminos: hacer el bien o el mal. Y es el Espíritu Santo que confirma si somos los elegidos de Dios. Si no Lo tenemos y nos Lo buscamos, no hay forma de recibir esa confirmación.
Lamentablemente, hay personas que creen en el Señor Jesús y hasta participan de los encuentros espirituales en la iglesia, pero no son nacidas de Él.
Por lo tanto, para ser un elegido de Dios es importante que no haya timidez, ni miedo, es necesaria la perseverancia, el compromiso, asumiendo la fe en Cristo, independientemente de las circunstancias de la vida.
Es por eso que muchos son llamados, pero pocos son escogidos. Porque solamente aquellos que están dispuestos a desprenderse de su propia voluntad para seguir obedeciendo al Señor Jesús son los que podrán recibir Su reconocimiento.
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