La hepatitis es una inflamación en el hígado provocada generalmente por una infección viral. De los cinco tipos principales, las B, C y D se contagian a través de la sangre y otras secreciones orgánicas, por lo que la infección puede ocurrir por medio de una transfusión de sangre contaminada, una relación sexual, objetos cortantes o punzantes contaminados e incluso en el parto, de madre a hijo.
Los virus de la hepatitis A y E se transmiten a través del agua y los alimentos contaminados, siendo más comunes en regiones en las que hay fallas de higiene y saneamiento.
La enfermedad puede causar nauseas, vómitos, malestar, fiebre, fatiga, pérdida del apetito e ictericia (piel amarilla). Una buena parte de los casos de hepatitis B y C pueden desencadenar cáncer de hígado, cirrosis e insuficiencia hepática, dolencias que aumentan el riesgo de muerte. En la actualidad existen vacunas contra la hepatitis A y B, mientras que una para el tipo C se encuentra en fase experimental.
Las secuelas de por vida desaparecieron
Sara Rueco se acercó a la Universal con enfermedades y problemas espirituales que padecía desde los cinco años, se despertaba llorando, gritando o quedaba inconsciente. “En la adolescencia quería regresar a mi país, mi mamá no sabía qué hacer y encima comienzo a enfermarme. Tuve hepatitis A, que me duró cuatro meses y me dejó secuelas, después desarrollé problemas respiratorios. Al tiempo estuve cuatro meses internada y me hicieron una biopsia hepática porque tenía vómitos, dolores de cabeza e intolerancia a ciertos alimentos. No podía cuidarme porque me había ido de mi casa.
Al tiempo, cuando conocí a una persona nos fuimos a vivir juntos, quedo embarazada y pierdo al bebé por eclampsia grave. Es una enfermedad grave porque no se sabe el origen, la presión me subía cada vez más, tuve convulsiones y al octavo mes el bebé muere. Corrí riesgo de vida yo también y cuando me dan el alta salí prácticamente sin visión porque la presión me había afectado la vista, también el hígado y los riñones. Tardé dos años en recuperarme y nuevamente quedo embarazada.
Sigo con presión alta, con cuidado médico llegó a término el embarazo pero mi salud estaba muy delicada. Antes de tener a mi bebé empecé a ir a la casa de los espíritus a buscar ayuda. La persona con quien yo viví me invita y yo acepto, en parte fue lo peor porque empecé con vicios de cigarrillo y alcohol y tuve problemas psiquiátricos. Vivía con vómitos y dolores de cabeza, con nerviosismo, con miedo, me desmayaba. Mi hija me encontró muchas veces desmayada, sin presión arterial, llamaban a la ambulancia y al no encontrar nada me derivaban al psiquiatra. Hice tratamiento con ansiolíticos y antidepresivos. Seguía concurriendo a estos lugares pero tenía una vida de sufrimiento.
Continué sola la vida con mi hija, pensé muchas veces en el suicidio porque estaba cansada de esa vida. Estuve encerrada quince días, sin comer, quería dejarme morir.
Un día mi mamá me invitó a la Universal, yo no quería saber nada, pero me insistió una vecina y fui. Empecé a liberarme de los problemas espirituales, entendí la Palabra de Dios y me di cuenta de que siempre había necesitado a Dios. Hoy tengo una vida diferente. Estudio, trabajo, no dependo de nadie y mi salud está perfecta. Dios restauró mi organismo y toda mi vida”.
Martes a las 8, 10, 16 y principalmente a las 20hs en Av. Corrientes 4070 – Almagro o en la Universal más próxima a su casa.
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