¿Cómo se siente al ver a alguien sonriendo y conversando bajito? ¿O cuando, en el ómnibus, un pasajero prefiere sentarse en otro lugar, en vez de quedarse a su lado? Si en situaciones así o parecidas a estas, rápidamente piensa que esta persona está hablando de usted o evitándola, es bueno estar atento a ese comportamiento.
Tener una cierta desconfianza es normal. Es prácticamente instinto de autoprotección del ser humano. El problema es cuando la sensación de que todos están en contra de usted se vuelve algo recurrente y comienza a afectar sus relaciones personales.
Natany Regina Lorencio, de 25 años, cuenta que comenzó a sentirse “perseguida” desde la adolescencia. “Las personas me miraban y yo siempre creía que se estaban burlando de mí o que no les había gustado mi cara”, declara.
Lo que comenzó como desconfianza se volvió motivo para una gran tristeza. Natany, de a poco, pasó a dudar de las personas, sean desconocidas, o amigas. “Yo incluso juzgaba a las personas como falsas, dos caras y así en adelante”, afirma.
Natany creía que cualquier frase dicha era una indirecta para ella. Si un grupo de personas conversaba, ella creía que sus integrantes estaban hablando mal de ella. Si alguien no la miraba, era porque había algo malo en su rostro. Ese modo distorsionado de mirar la realidad creó en la mente de ella un mundo que la torturaba, que hacía de ella una víctima.
“Yo me sentía triste, era muy complicado. Fui alejándome de todos y comencé a volverme una persona con mal humor”, recuerda la joven. “Y a causa de esa soledad, me volví una persona muy triste y angustiada. Y, al mismo tiempo, las personas también se alejaron de mí a causa de la persona tan malhumorada que era. Fue una experiencia terrible”, recuerda.
El cambio
Para Natany, el cambio de comportamiento vino cuando ella pasó a ver el mundo de una forma diferente, más positiva. Un primo la llevó a la Universal, donde ella pasó a reflexionar sobre su manera de pensar y actuar.
La joven cambió su comportamiento, se volvió más confiada con respecto de sí misma y dejó de imaginar que otras personas estaban juzgándola todo el tiempo.
Natany destaca que esa transformación solo fue posible porque, en primer lugar, ella entendió que el problema no era tan solo emocional o psicológico, sino espiritual.
El obispo Julio Freitas, responsable por el trabajo de la Universal en Europa, explica un poco más como sucede esa influencia negativa: “Existen fuerzas espirituales del mal que intentan cerrar el círculo alrededor de la persona, haciéndola perder oportunidades debido al miedo, llevándola a la clausura y a la soledad, motivadas por el aislamiento. Y así, segundo a segundo, minuto a minuto, día tras día, van trabajando en la mente de ella, trayendo opresión, angustia y desequilibrio emocional. Si la persona no busca ayuda, termina cayendo en un abismo del cual no logra salir fácilmente.”
Gracias a la fe en Dios, Natany logró salir de ese agujero que parecía no tener fin y hoy, feliz consigo misma y rodeada de buenas amistades, aconseja a quien aún vive esclavo de eso pensamientos y sentimientos, también a salir de esa situación. “Es necesario mirar para sí mismo y cuestionarse, realmente, si el problema está en las otras personas. Además de eso, es necesario cambiar los pensamientos, ver el lado positivo de cada persona y excluir de su mente los prejuicios.”
Y si el ejemplo de Natany aún no fuese suficiente para que usted cambie su forma de mirar a los demás, entonces aquí va una alerta del propio Jesús: “cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas.” Lucas 11:34
El obispo Guaracy Santos, que actualmente realiza el trabajo evangelístico en los Estados Unidos, en un post publicado en el blog del Obispo Edir Macedo, insistió en hablar sobre eso, reforzando aún más la importancia de tener cuidado al juzgar al prójimo.
“Existen personas que cometen pocos errores para que sean sentenciados como monstruos. Como también existen personas que tienen pocas virtudes como para que sean consideradas como santas y perfectas. Por eso, no nos precipitemos, ni con los errores, ni con las virtudes y mucho menos con las informaciones. Vamos a dejar que el tiempo muestre quienes son, verdaderamente, las personas que están a nuestro alrededor. Debemos tener buenos ojos para todos y dejar que Dios trabaje, pues, ¿cómo alguien engañará Aquel que no puede ser engañado?”, preguntó.
Por eso, si usted no ofrece motivos para ser juzgado, ¿por qué pensar que está siendo recriminado? No todas las frases tienen el objetivo de ofender o “dejar un mensaje”. Ni toda mirada significa censura o envidia. Ni todo murmullo es sobre usted.
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