Nora Nuñez en la adolescencia conoció a su esposo y pensó que podría tener una vida diferente, entonces se fueron a vivir juntos y tuvieron su primera hija. Lejos de ser felices, comenzaron los problemas.
“Él me maltrataba verbalmente, después empezaron las agresiones físicas cuando empezó a tomar. Yo era muy celosa y no quería que tuviera amigos ni que saliera, por eso había peleas. Él se volvió alcohólico y yo intenté suicidarme en las vías del tren con mi hija de un año. No quería vivir más, creía que había nacido para sufrir porque él me golpeaba demasiado. Estando embarazada también me golpeaba, incluso terminé internada por los golpes con seis meses de embarazo de mi cuarta hija, no quise hacer la denuncia, pero vivía ese infierno.
Me culpaba por haber aceptado un hombre así, él también me culpaba de hacer que fuera violento conmigo, hasta me llevó a una psicóloga para que me ayudara a cambiar. Yo no sabía vivir sin él, dependía de él y tenía mucho miedo de estar sola. Él se iba y volvía, si le decía algo, me golpeaba.
Vivimos así por muchos años, estuve enferma de artrosis también, no soportaba los dolores. Él decía que le daba lástima golpearme, que prefería irse, caminar por ahí en el momento de los nervios para evitar seguir maltratándome. Yo no quería seguir viviendo así, tres veces intenté terminar con todo. En un momento mi esposo ve en la televisión la programación de la Universal, él estaba cansado de vivir así y yo estaba descreída porque habíamos ido a la casa de los espíritus, pero no sirvió de nada.
Una amiga me invitó a la iglesia, y le dije a mi esposo que fuéramos para ver si era verdad todo lo que decían. Nos orientó un pastor y oró por nosotros. Esa noche pude dormir, entonces empezamos a participar de las reuniones hasta que fuimos libre de todo lo que causaba el sufrimiento en nuestras vidas. No fue fácil, tuvimos que perseverar pero vencimos. Hoy estamos muy bien, fui sanada, él cambió, ahora somos felices. Él es un hombre cariñoso, comprensivo, compañero”.
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