En un mundo tan cruel, frío e indiferente, en el que las personas viven en una búsqueda desenfrenada para satisfacer sus propios intereses, de vez en cuando, somos sorprendidos por actitudes nobles y por el altruismo de algunas personas – son raras, es verdad, pero existen-, que, aún delante de las adversidades, eligen explorar lo mejor que tiene el ser humano y logran proporcionar a su semejante un poco de amor, respeto, cariño y dignidad.
Están quienes creen que las personas que son así son aquellas que nunca sufrieron, por eso, es fácil que ellas estén siempre sonriendo, promoviendo el amor al prójimo y haciendo buenas acciones.
¿Será así?
¿Qué decir entonces de un niño que a los 4 años de edad perdió a su madre y, dos años después, a su padre? Sí, a los 6 años de edad el niño Jaden Hayes, de Savannah, en Geórgia (Estados Unidos), ya es huérfano de padre y madre. ¿Sera que él no conoce el sufrimiento? Obvio que sí. ¿Imagínese lo cruel que es para un niño de tan solo 6 años saber que nunca más recibirá un abrazo, un cariño de sus padres? ¿Que nunca oirá más su voz?
Tal vez usted diga: yo puedo imaginar el dolor de ese niño. No, usted no puede. A no ser que usted haya pasado por lo que él pasó.
Pero, a pesar del dolor, existe algo bello en esa historia: la forma en la que el pequeño Jaden eligió lidiar con ese dolor.
Él sufrió dos grandes pérdidas, pero no se quejó, no protestó, no se indignó y no cuestionó la existencia de Dios. En vez de eso, con una madurez que en la mayoría de veces falta en los adultos, él argumentó: “Cualquier persona puede morir, cualquiera”.
Y, con la sabiduría y la pureza propia de un niño, armó un plan para consolar la tristeza, no solo la suya, sino la de todas las personas que se cruzasen en su camino.
Cansado de ver a todos tristes a su alrededor, Jaden le pidió a la tía que comprase pequeños juguetes para que él pudiese distribuirlos en el centro de la ciudad en la que vive. El plan era encontrar a las personas en la calle que no estuviesen sonriendo y les entregaría un juguete.
“Estoy intentado hacerla sonreír”, le decía a cada una de ellas.
Vea en el video de abajo la reacción de las personas ante la acción de Jaden (video en inglés/subtítulos en portugués):
Este niño no se enfocó en su propio dolor, para enfocarse en el dolor de sus semejantes. Y al hacer sonreír a un desconocido, él también sonríe. Quien da, recibe.
Haga como el pequeño Jaden, cambie el foco. Eluda la tristeza y todo el sentimiento que lo desanima. En vez de alimentarlos, transfórmelos en una fuente que derrame alegría, amor y compasión.
Recuerde las palabras del Señor Jesús:
“De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” Mateos 18:3
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