¡Buen día, querido obispo!
Durante muchos años fui insensato. Como el Señor Jesús dijo, fue grande mi ruina. Mi matrimonio destruido, mi vida económica en la miseria, mi vida sentimental toda complicada.
Sin embargo, en el Ayuno de Daniel, decidí recomenzar a edificar mi casa sobre la Palabra de Dios. Hoy soy diferente, a cada ladrillo colocado, a cada paso dado, no siento miedo, pues mi vida está sobre la Roca. Mi matrimonio está siendo levantado (estoy haciendo el curso Matrimonio Blindado), y vamos a presentarlo en el Altar, en diciembre. No fue ni está siendo fácil, pero estoy feliz y animado, pues sé que vendrán muchas guerras y dificultades, pero hoy el Espíritu Santo vive en mí, y nada más va a derribarme.
¡Alabado sea el Nombre del Señor Jesús!
Sabe, obispo, no encuentro manera de agradecer, pues mi vida era una basura, y hoy está todo tan limpio, sin miedos, sin acusaciones. Hoy la paz está conmigo y mi mayor deseo es hacer que esta paz llegue a los demás. Tanto que ya comencé a buscar a mis amigos e incluso a mis enemigos, pues el amor es tan grande que es imposible hacer distinción entre estas personas. Los amo y quiero ver salvo a cada uno de ellos.
¡Obispo, gracias! Sus orientaciones me ayudaron y me ayudan mucho. No necesito decir que continúe así, pues es lo que usted ha hecho hace más de 5 décadas, y así será hasta el fin de los tiempos. ¡Lo único que puedo decir es que la Obra de Dios tiene un soldado más, con las mismas ganas de salvar, así como fui salvo!
Geneci