“Recuerdo que cuando eras joven, Me eras fiel, que cuando te hice Mi esposa, Me amabas y Me seguiste a través del desierto, tierra en que nada se cultiva. Estabas consagrada a Mí, eras lo mejor de Mi cosecha. Si alguien te hacía daño, Yo lo castigaba enviándole calamidades… ¿Qué de malo encontraron en Mí tus antepasados, que se alejaron de Mí?”, (Jeremías 2:2-5, DHH)
Me preocupa el increíble número de exobreros, expastores, exobispos, sus exesposas, en fin, exfieles al Señor Jesús que dan vueltas por el mundo. Esos “ex” son como el pueblo de Israel que despreció la honra de ser el primogénito, las primicias o los diezmos del Dios Altísimo, para transformarse en restos del mundo.
¿Por qué rechazaron la condición ofrecida por el Señor siguiendo el ejemplo de Esaú? ¿Cuál fue el motivo? “Maldito el que hiciere indolentemente la Obra del Señor, y maldito el que detuviere de la sangre su espada.”, (Jeremías 48:10). Probablemente, en el ejercicio de sus antiguas funciones en el Reino de Dios, por alguna razón, fueron indolentes. En vez de darles lo mejor de sí a los afligidos, los despreciaron.
“El que detuviere de la sangre su espada” se refiere a aquellos que hacen la Obra del Altísimo basados en el sentimiento y no en la fe. Los generados por los sentimientos son como la paja: cualquier vientito los lleva lejos. Los que intentan hacer la Obra de Dios basados en los sentimientos, prefieren el beso de la mentira a la bofetada de la verdad.
Por eso, también naufragan en la fe. Y hoy, deambulan por ahí como zombis. Conocen bien a la Palabra de Dios, pero se someten a la del diablo. Peor, todavía intentan arrastrar a otros consigo. Digo esto para alertar a los novatos en la fe. ¡Cuidado con los profetas viejos! Tienen cara, ropa y modos de pastores, pero, por dentro, son como lobos voraces.
Jesús advierte a Sus seguidores: “He aquí, Yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.”, (Mateo 10:16).
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