Dios deja claro en Su Palabra que todos necesitamos Su Armadura, ¡pero toda Su Armadura!
Vea lo que Está Escrito en el Capítulo 6 del libro de Efesios:
“Por tanto, tomad toda la Armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo…”
El día malo viene para todos, no porque creamos en Dios y Lo sirvamos no vamos a tener día malo, ¡vamos a tener días malos!, pero Jesús nos dijo: “Tened buen ánimo, Yo he vencido al mundo y vencerán también”.
Cuando la persona no tiene toda la Armadura se desanima y se cansa, pero cuando tiene toda la Armadura resiste el día y los días malos, porque no pierde el ánimo, puede perder algo o a alguien, pero no la fe, la confianza, la fuerza y la convicción de que Dios está con ella.
“… y habiéndolo hecho todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la Verdad… “
La primera pieza de la Armadura es el CINTURÓN DE LA VERDAD.
Antiguamente el cinturón era de tela y los soldados lo ceñían a la cintura de forma apretada.
Usted puede tener muchas limitaciones pero no puede faltarle la Verdad. Mucha gente conoce y hasta habla la Verdad, pero no ha sido verdadera, no reconoce la gravedad de su pecado. A la Verdad no basta solo con hablarla, sino que debe ser practicada.
Una de las piezas fundamentales de la Armadura de Dios es la Verdad, porque de esta dependen todas las demás. Sin ella todas las demás quedan sin efecto.
Antiguamente, el soldado usaba una vestimenta por debajo de su armadura, la cual debía ceñir en su cintura para tener firmeza y agilidad, para poder correr y tener estabilidad.
De esta manera, estaba listo para ponerse el resto de la Armadura, enfrentar y vencer la batalla. Usted puede tener buenas intenciones, conocimiento bíblico e incluso una posición en la Iglesia o en la Obra de Dios, pero si le falta la Verdad está desprotegido y acaba siendo afectado por el mal.
Desde el punto de vista espiritual, esa ropa que va por debajo, la cual aparentemente no tiene ninguna importancia, es fundamental, porque simboliza la comunión con Dios, la vida con Dios, independientemente de si la persona está presente en la Iglesia o no. Sea de la Verdad, diga la Verdad, honre su palabra y valore la Palabra de Dios. Jesús dijo: “Yo Soy la Verdad”, Jesús no solo hablaba la Verdad sino que Él era en Su Carácter la propia Verdad.
El andar revestido de la Verdad muestra el carácter de un cristiano, que guarda la Palabra (Verdad) y se sustenta con Esta. Es decir, si desea ceñirse con la Verdad, debe tener momentos con Dios, meditar en Su Palabra, buscarLo, orar, preguntarLe: «Dios mío, ¿cómo puedo servirTe más y mejor? ¿En qué me estoy equivocando?».
En lugar de enfocarse en sus objetivos, en sus proyectos, en sus problemas o en los errores de los demás, debe observarse a sí mismo y corregirse. Esto es estar ceñido por la Verdad.
Esto representa esa parte de la Armadura de Dios que muchos ignoran o desprecian, la cual produce el beneficio de la protección personal. Sin una autoevaluación diaria y constante, la persona no tendrá equilibrio, estabilidad y movilidad, no podrá aguantar la presión y el impacto de las situaciones que enfrenta. Si nosotros enfrentamos problemas y somos decepcionados por personas que nunca hubiéramos imaginado que nos decepcionarían, imagínese en medio de personas incrédulas materialistas y egoístas.
Actualmente, ¿cuántos cristianos ignoran las Sagradas Escrituras, porque, aun siendo asiduos frecuentadores de cultos y conocedores de la Palabra, son tramposos, murmuradores, mentirosos, caluniadores, ingratos e infieles? Los que actúan así viven según el carácter engañador de los espíritus engañadores, por eso, son fríos, tristes, inconstantes, miedosos, celosos, y, tarde o temprano, su vida terminará en ruinas.
En cambio, los que tienen la vida afirmada en la obediencia a la Palabra de Dios están ceñidos con la Verdad, están firmes, son ágiles para poner en práctica lo Revelado por medio de la Verdad, y pueden correr la carrera de la fe inteligente, porque tienen estabilidad, son fervorosos, alegres, constantes, valientes y generosos; son testimonios vivos de quienes practican la Verdad.
Obispo Júlio Freitas
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