Ilton Henriqueto da Silva, de 56 años, y Denise Dias Almeida da Silva, de 45 años, cumplieron 27 años de casados este mes y afirman que lidiar con las diferencias del otro no es una tarea fácil. Ella fue criada por la abuela y es muy cariñosa; él vino de una familia de militares, es rígido y más conservador. Conozca cómo superaron los problemas y cómo tienen hoy una convivencia armoniosa. Ellos tienen la responsabilidad de cuidar a los obreros del estado de Rondônia y confiesan que no tenían idea de la importancia de este trabajo que los ayudó a ser mejores personas. A continuación, la entrevista que ellos le brindaron a Folha Universal.
¿Cómo llegaron a la Universal?
Él: Mi madre se había separado de mi padre y, a los 14 años, me sumergí en las drogas. Consumía marihuana, cocaína, hongos, LSD, tenía depresión y dificultad para dormir. Hice tratamientos psicológicos y espirituales para intentar dejar los vicios pero de nada sirvió. En esa época mi madre también tuvo cáncer de hígado, hacía quimioterapia, pasaba dos semanas en el hospital y una semana en casa, y se debilitaba a causa del tratamiento. Se iba a realizar una concentración de fe en el Maracanãzinho con el obispo Macedo y ella iba a ir con una vecina. Los portones estaban casi cerrándose cuando ella llegó, pero logró entrar y participar de la reunión. En el momento de la oración, ella escribió mi nombre en un pedazo de papel y se lo entregó a los obreros en un acto de fe para que Dios me cuidara. Eso sucedió un sábado. El domingo yo estaba en la Universal y, desde entonces, nunca más salí. Mi madre aún no estaba convertida, iba a la iglesia Católica, pero también frecuentaba el espiritismo. ¿Vio el tipo de persona que solo va a la iglesia cuando le duele la barriga? Ella era así (risas). En 45 días en la iglesia me liberé de las drogas y me bauticé en las aguas. Después que fui bautizado en el Espíritu Santo, fui obrero; mi madre fue curada de cáncer y también fue obrera. Pero yo postergué el llamado de Dios para ser pastor. Creía que servir a Dios como obrero ya era suficiente, pero yo me di cuenta que estaba haciendo mi voluntad y no la de Él. Yo trabajaba afuera y dentro de mí siempre tenía “algo que decía” que yo tendría que estar en la iglesia atendiendo a las personas. El obispo Max Alves siempre me decía que Dios me quería en el Altar, pero yo lo postergaba, prefería mi independencia. Un día salí de mi trabajo, fui a la iglesia y decidí que trabajaría solamente en la Obra de Dios. Después de un año fui colocado como pastor auxiliar, en enero de 1986.
Ella: Llegué a la Universal a los 14 años, gracias a una invitación de una amiga de la escuela. Éramos compañeras desde muy pequeñas, ella se convirtió y me invitó durante dos años a la iglesia. Yo estaba frustrada, deprimida, no dormía, oía voces y veía bultos. A los 2 meses de edad mi madre me presentó a los espíritus. A los 7 años ya tenía dificultad para dormir, tomaba calmantes y, por eso, también tuve problemas neurológicos. Era cerrada y muy perturbada. El primer día que llegué a la iglesia me liberé de todo el mal. De ese día en adelante, pude dormir y noté que sucedió algo diferente en mí. Fue todo muy rápido, mi entrega fue completa.
¿Cómo se conocieron?
Él: Una semana después de su llegada a la iglesia, yo ya era obrero y la atendí. Me pareció muy bonita y le dije que cuando ella esté firme con Jesús yo quería ser su novio. Después ella le comentó a las amigas que le perecía horrible (risas). Yo esperé en Dios y algunas semanas después ella me mandó un recado por una amiga diciendo que yo le gustaba. Después de algunos años, estuvimos de novios y nos comprometimos. A los cuatro años de relación, yo era pastor auxiliar y cuidaba mi primera iglesia. Después de siete meses cuidando al pueblo de aquella iglesia, nos casamos.
Cuéntenos un problema que superaron en el matrimonio.
Él: Yo tengo una forma de ser y ella tiene otra. Ella dice “te amo” y me hace cariños; a mí me gusta darle regalos o algo que ella necesita. Yo siempre demostré lo que siento en las actitudes y no con palabras, y hasta ponernos de acuerdo con nuestra manera de ser tuvimos algunos problemas. Un día, a los tres meses de casados, ella juntó su ropa y me dijo que se iba y que a mi ella no me gustaba, porque durante el noviazgo yo era más cariñoso. Yo respiré profundo, salí de allí e hice la reunión de la iglesia. Fue la mejor reunión que hice en mi vida, la hice con una gran indignación contra aquel problema. Cuando terminé y subí para almorzar, ella me abrazó y me pidió disculpas. Nosotros conversamos y yo le dije que no debería ser tan sentimental.
Ella: Yo tenía 17 años cuando nos casamos, vine de una familia desestructurada, mi madre era adolescente cuando me tuvo, me crió mi abuela y ella siempre fue muy atenta y recibí mucho cariño. Y mi esposo vino de una familia en la que el padre y los hermanos eran militares, eran rígidos, yo no estaba acostumbrada a eso y por causa de esa diferencia tuvimos problemas. Por mi inmadurez, al principio, lloraba día y noche por no saber lidiar con eso, creía que él le daba más atención a las personas de la iglesia que a mí. Fue una infantilidad de mi parte pero aprendí a ser diferente pidiéndole ayuda a Dios y con las experiencias de vida. Hace 27 años que estamos casados y, a pesar de las diferencias, hoy nuestra convivencia es maravillosa.
Ustedes tienen una hija de 25 años, Elysamma. ¿Cuál fue la mayor dificultad que enfrentaron como padres?
Él: Ella fue a la facultad de administración muy joven, a los 16 años. En esa época, ella se rebeló y decidió vivir con mi hermana en Río de Janeiro y después con mi madre, pero no le fue bien porque era muy autoritaria. No llegó a salir de la iglesia, pero tuvo un noviazgo que no tuvo éxito. El problema es que cuando el hijo sufre, los padres sufren mucho más. Pasé a ser más riguroso en el sentido material. Ella estuvo tres años lejos de nosotros y en ese tiempo, la privé de muchas cosas, atendía solo algunas de sus necesidades. Yo sufría mucho con eso, porque mi mayor placer como padre era darle lo que necesitaba. Pero no actuaba por el corazón, oraba por ella. Hice aquello para que ella vea que con nosotros ella tenía todo, pero sin nosotros no tenía nada. Hoy ella ha cambiado, es obrera y nos llevamos muy bien.
¿Cómo es ser líder de los obreros en el Estado de Rondônia?
Él: La responsabilidad es muy grande. Antes, yo no tenía ni idea de la dimensión de este trabajo, confieso que maduré en mi relación con Dios, pasé a ser más comprensivo, más paciente.
Dejen un mensaje a los lectores
Él: Hay un versículo que me gusta mucho, cuando Jesús dijo: “Sin Mí nada podéis hacer”. Todo lo que hay en mí es gracias al Espíritu Santo.
Ella: Un versículo que amo es Filipenses 3:13. “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante”. Suelo no pensar en lo que pasó, mi objetivo es mirar hacia adelante, porque sé que lo que siembre voy a cosechar.”
PERFIL DE LA PAREJA
Comida
Él: arroz, poroto, carne seca con papas
Ella: Risotto de camarones y ensalada verde
Libro:
Él: En los Pasos de Jesús, del obispo Macedo.
Ella: Amor Redentor, de Francine Rivers.
Un sueño
Él: Llevar a mi hija al Altar y celebrar su matrimonio
Ella: Hacer la Obra en otro país
Ocio:
Él: Jugar al fútbol
Ella: Leer un buen libro
Algo que quieran aprender
Él/Ella: Perfeccionar el inglés
Recuerdo de la infancia
Él: Los juegos con mis amigos del barrio
Ella: Mis vacaciones cuando viajábamos a la chacra de mi bisabuelo y yo subía a los árboles
Un talento
Él: Escribir poemas
Ella: Facilidad para aprender
Cómo describen la palabra matrimonio
Él: Servir uno al otro
Ella: Sacrificio y fidelidad
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