Desde que fue salvado, un pingüino demuestra todo su amor por aquel que un día lo rescató, lo limpió, lo alimentó y lo cuidó. Sucedió en marzo de 2011. João Pereira de Souza encontró al animal abandonado y totalmente empapado en petróleo en la playa de Ilha Grande, Río de Janeiro. Desde ese día en adelante, el pingüino, bautizado como Jinjing, todos los años pasa cerca de ocho meses en compañía del jubilado antes de volver a su tierra, la Patagonia, en Argentina.
Jinjing forma parte de la especie pingüino de Magallanes, que posee una característica muy interesante: no le gusta el frío. Eso significa que todos los años, siempre que la temperatura disminuye, los pingüinos de esa especie migran de su tierra natal hacia otras regiones, al norte, en búsqueda de alimento y refugio. El problema es que necesitan encarar un trayecto de miles de kilómetros por las aguas frías durante meses hasta llegar a esos lugares, lo que les cuesta la vida a muchos de ellos. Los que llegan vivos a los litorales generalmente surgen cubiertos de petróleo, hambrientos, deshidratados y completamente exhaustos.
Fue de esa forma que Jinjing apareció en la playa cuando fue rescatado por João. Aun así, él hace ese arriesgado recorrido todos los años, un viaje de aproximadamente tres mil kilómetros durante cuatro meses, solo para disfrutar de la compañía del hombre que lo salvó. Si existe una palabra que define lo que ese pingüino hace año tras año para mostrar su amor por aquel que lo acogió y literalmente lo libró de la muerte, esa palabra es sacrificio.
Es interesante ver cómo el sacrificio y el amor están siempre relacionados. Sin el sacrificio de los cónyuges, un matrimonio no subsiste; sin el sacrificio de un donante de sangre, una persona puede incluso morir; sin el sacrificio de la madre, el hijo no nace; sin el sacrificio del Señor Jesús, no seríamos salvos. Vea que en estos ejemplos es imposible disociar el amor del sacrificio, sea el amor entre el hombre y la mujer, sea el amor al prójimo, sea el amor materno, sea el Paterno, del Altísimo Dios, que envió a Su Hijo Unigénito al mundo por amor a la humanidad (Juan 3:16), sea el amor del Propio Hijo.
Incluso, es imposible no rendirse a este amor revelado por el Señor Jesús, que voluntariamente Se presentó al Padre para volverse Sacrificio Vivo en pro de la Salvación de todos los que en Él creen. Porque cuando todos los intentos para que el ser humano se rindiera a Dios y se alejara del pecado fallaron y cuando los sacrificios y la sangre de animales fueron insuficientes para la remisión de ellos, el Hijo Le dijo al Padre:
Aquí Me tienes, para cumplir Tu voluntad. Así Me lo enseña la Ley de Moisés. Hebreos 10:7 TLA
Al presentarse con humildad y espontaneidad para hacer la voluntad del Padre, el Señor Jesús Se declaró culpable de las transgresiones de toda la raza humana, aun siendo puro, santo y perfecto, pues realmente solo Su Sangre sería suficiente para redimirnos. Es decir, Él Se hizo maldito, Se sujetó a la vergüenza de la cruz y además fue necesario que soportara la separación momentánea del Padre, que, por ser la propia expresión de la Pureza, no pudo continuar unido al Hijo al verlo manchado con nuestro pecado.
Siendo así, Él clamó:
¡Dios Mío, Dios Mío! ¿Por qué Me has abandonado?
Marcos 15:34 TLA
En ese momento, fue como si el Padre Le hubiese dado vuelta Su rostro al Hijo justamente cuando Él más Lo necesitaba. Ese fue el mayor dolor del Señor Jesús, la separación del Padre, de Aquel que formaba Uno con Él.
Todos los que, por alguna razón, ya necesitaron separarse de alguien a quien amaban también ya sufrieron con el alejamiento, aunque momentáneo. Y justamente por ser un dolor muy grande, la mejor forma de sanarlo es unirse nuevamente, juntar las partes separadas. Por eso es comprensible el sacrificio de Jinjing para volver siempre a estar junto a aquel que un día lo rescató. Es por eso también que toda persona que un día fue rescatada y salva por el Señor Jesús aprecia Su amor, Lo respeta, Le teme, Le obedece, se sacrifica y se desespera solo de imaginarse estar un solo momento sin Él y sin Su cuidado. Valora Su sacrificio, y por eso puede disfrutar el privilegio de vivir unida para siempre a Él, sin jamás separarse. A no ser que quiera, y así asuma el riesgo de morir en la corriente fría y nunca más lograr volver.
Con informaciones del Portal R7