¿Usted es esa persona que confiesa mucho la Palabra de Dios pero su vida no avanza, sino que por el contrario, en vez de subir, vive cayendo? El problema está en el tipo de fe que posee, una fe basada en los sentimientos. Ese tipo de fe no tiene ningún valor, porque no está acompañada por el sacrificio.
Este es el mismo tipo de fe de los demonios. Sí, los demonios también tienen fe.
“Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.” (Santiago 2:19)
Ellos poseen una fe infructífera porque no obedecen. También conocen la Palabra de Dios, pero solo la saben.
Así es la fe sin acción, sin actitud; sin sacrificios de obediencia es demoníaca. La fe sin sacrificio solo sirve para engañarse a sí mismo, porque usted cree en Dios, pero su vida no cambia. El sacrificio es lo que muestra si la persona cree realmente. Si la persona dice que tiene fe, pero esa fe no la demuestra con hechos, la misma no sirve de nada, porque solo es teórica.
Probando la fe
El apóstol Santiago, inspirado por el Espíritu Santo, da dos ejemplos de cómo podemos demostrar que realmente tenemos fe. Él habla de Abraham y de Rahab.
La fe abrahámica fue una fe de obediencia, una fe acompañada por el sacrificio.
Abraham tenía una fe que funcionaba porque era práctica. Él se volvió justo delante de Dios y hasta Su amigo por tener una fe práctica, una fe sacrificial; él hizo lo que agradaba a Dios. Todas las personas de Dios en el pasado manifestaron la fe sacrificial.
Del mismo modo Rahab, habiendo sido una prostituta, encontró la Salvación porque sacrificó. Ella arriesgó su vida y su familia para proteger a los espías de Israel.
Si usted se ha dado cuenta de que su fe ha sido infructífera, basada en los sentimientos, y quiere aprender a tener la fe inteligente, práctica, que agrada a Dios y que funciona, acérquese a la Universal más cercana a su domicilio. Vea las direcciones haciendo clic aquí.
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