“He aquí Mi siervo, Yo le sostendré; Mi escogido, en quien Mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él Mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones. No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia.” Isaías 42:1-3
¡Aquí queda bien en claro quién es siervo del Señor!
El siervo no se exalta, no busca gloria para sí, no tiene interés personal y su único interés es llevar la justicia, o sea, la Salvación, a través de una fe pura, con la intención única y exclusiva de que sea este su mayor placer: salvar. No importa qué lugar ocupe, lo importante es servir.
Él trabaja para reparar la caña cascada y encender la fe de aquellos que están en tinieblas. Este es su placer: ver a las personas siendo salvas. Con verdad y justicia cuida a su rebaño. Vea que el siervo no maltrata o hiere a los que vienen a él humillados y sufriendo con la fe apagada. Él enciende la fe, quita el peso de las personas y las lleva a la justicia. Lo que el siervo valora es el Altar y no el oro.
Si somos siervos del Señor no humillaremos a los que llegan hasta nosotros como una caña cascada, o sea, la caña que no sirve para el dueño del cañaveral, los que no sirven para el mundo, los despreciados y quebrados por el sufrimiento, sino que los serviremos a ellos como si estuviésemos sirviendo al Propio DIOS.
¡Esta debe ser nuestra obligación!
Colaboró: Pastor Jean Carturani