A mí me gustan, y confieso que los busco. Cada vez que vivo un desafío me doy cuenta de cuánto aprendí. No importa la dificultad que tenga que enfrentar para superarlos, pues sé que voy a vencerlos y a madurar a través de ellos.
Los desafíos nos motivan y nos amplían la visión, nos muestran en qué dirección tenemos que dar pasos más largos.
Al principio pueden hacer que nuestro cuerpo tiemble, que se dificulte nuestra habla, pero al vencerlos saltamos de alegría, con el pensamiento de querer enfrentar ¡uno más!
En fin, si usted no ha superado un desafío, haga algo para vivirlo y vencerlo, ya que no los vencemos por competencia, instrucción o merecimiento. Siempre vencí mis desafíos de una sola manera: por la fe.
Lo mejor no es solamente vencerlos, sino establecer la victoria. Quien nos da esa alegría es el Señor Jesús.
¿Quiere vencer? Esa es la única manera.
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