Normalmente dicha al final de las oraciones e incluso de frases, la palabra “amén” es traducida en muchos idiomas y siempre con el mismo sentido: “así sea”. Viene siendo utilizada frecuentemente no solo dentro de las iglesias, sino incluso entre los no religiosos. A veces, se tiene la impresión de que se convirtió en un “latiguillo”.
Sin embargo, “amén” significa mucho más que la idea que es pasada y no debe ser una mera repetición, porque así perdería su verdadero sentido. La palabra va más allá que solo una concordancia.
Mucho más que “así sea”
De acuerdo con el diccionario, “amén” es una palabra litúrgica de aclamación, que indica una anuencia firme, una concordancia perfecta, con un artículo de fe; así sea.
Pero, al buscar su significado en hebreo vemos que “amén” es un acróstico – formas textuales donde la primera letra de cada frase o verso forman una palabra o frase – que viene de la frase “El melekh ne’eman“, que significa “Dios mi rey es fiel”. Esta afirmación se refiere a la fidelidad. Yendo más a fondo, tenemos en la raíz de la palabra “eman”, la palabra “emunah”, que quiere decir “confianza”, indica una confirmación en aquello que está escrito, una firmeza sin sombra de variación y fidelidad.
Y más que una palabra de concordancia, “amén” también es una Persona. El Señor Jesús es llamado “Amén” en el libro de Apocalipsis, significando que Él es la certeza plena de que Dios cumplirá fielmente Sus promesas: “Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el Testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios…” Apocalipsis 3:14
Los especialistas en la hermenéutica bíblica afirman que cuando pronunciamos “amén” estamos asociándonos nosotros mismos a lo que fue dicho, validando, haciendo de aquellas palabras las nuestras y dispuestos a someternos a lo que fue declarado, como si fuese nuestra firma al final de un documento. No es en vano que el propio Jesús fue el que más pronunció la palabra en la Biblia. El término “En verdad, en verdad…”, diversas veces citados, en la versión en hebreo es “amén, amén…”.
Incluso, a pesar de ser tan utilizado en el día a día, “amén” aparece 56 veces en la Biblia, estando 28 en el Viejo y 28 en el Nuevo Testamento, revelando así que las personas de aquella época conocían la fuerza de su significado.
Cuando decimos “amén” a algo, estamos concordando en seguir y aceptando las consecuencias. Por esta razón, es necesario tener cautela y sabiduría al pronunciar esta palabra.
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