Kofi Atta Annan nació un día viernes. Bajo el amparo de una familia de éxito y respetada, Kofi, al tener una hermana gemela, recibió el respeto inmediato de todos, como lo manda la cultura ghanesa. Era 8 de abril de 1938 cuando aristócratas, hijos de jefes tribales, lo trajeron al mundo.
Ghana vivía bajo el dominio de Reino Unido y, naturalmente, solo los niños más importantes recibían una buena educación. Kofi fue educado en importantes colegios religiosos tradicionales, siendo siempre un buen alumno.
La vida del joven estaba encaminada: concluir un buen curso superior y seguir la vida política que sus padres, tíos y abuelos seguían, garantizando la estabilidad económica para su familia e, inclusive, un futuro excepcional. Pero no fue eso lo que Kofi hizo.
Cambio de vida
Sí, Annan ingresó en un curso de economía, como su familia se lo sugirió, en una buena facultad ghanesa. Al mismo tiempo que, escapó de las reglas que lo mantendrían para siempre como un elitista despreocupado con el mundo que lo rodeaba.
Durante sus años de adolescencia, un pensamiento le llamó más la atención que la comodidad y la tranquilidad que le estaban destinados para toda la vida. “El sufrimiento en cualquier lugar preocupa a las personas en cualquier lugar.” Esta fue la frase que lo hizo luchar por una bolsa de estudios que fue concedida por la Fundación Ford.
Aunque su familia fuera importante en su región, no podría pagar los estudios de su hijo en Estados Unidos. Annan conquistó la donación y atravesó el mundo para concluir sus estudios en Minnesota. Desde esa localidad, se mudó a Ginebra, Suiza, donde se licenció en relaciones internacionales.
El mismo año, en 1962, ya estaba empleado como director de presupuesto de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Allí permaneció hasta 1974, habiendo concluido la maestría MIT en Sloan School of Management (EUA), una de las facultades más importantes del mundo.
Entre 1974 y 1976, se apartó de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para ser director de turismo en su país.
La carrera de la paz
A fines de 1980, Annan regresó a la ONU como Secretario General Adjunto. Estuvo a cargo del sector de recursos humanos, medidas de seguridad, planeamiento de programas de finanzas y, en 1993, asumió el comando de las Operaciones por el Mantenimiento de la Paz.
Cuando alcanzó ese cargo, Annan ya era un hombre muy respetado en todo el mundo. Su preocupación por los países más pobres era conmovedora y sus esfuerzos por auxiliar a las personas eran reconocidos, inclusive, por los países donde la política era más rígida.
En 1990, por ejemplo, Annan enfrentó la temida guerra entre Irak y Kuwait para rescatar 900 empleados internacionales y liberar rehenes occidentales. Éxito.
Poco después, convenció a Irak, liderado por Saddam Hussein, a vender petróleo para auxiliar en la ayuda humanitaria.
Entre 1993 y 1995, las operaciones por la paz en la ONU crecieron más que en toda su historia. Eran 70 mil militares y civiles en 77 países.
Esas – entre otras – buenas acciones de Annan lo hicieron ser electo representante especial del Secretario General para la ex-Yugoslavia, a cargo de la reestructuración de la región después del fin de la sangrienta guerra entre Bosnia y Herzegovina.
Secretario General de la ONU
En 1996, Annan fue el primer africano negro electo para comandar la ONU. Se vio al frente de 40 mil funcionarios en casi todos los países del mundo, controlando un presupuesto de 10 billones de dólares y con la responsabilidad de mediar en la relación entre los principales líderes del mundo.
Annan asumió la ONU en 1996, fue reelecto en 2001 y dejó el cargo en 2006. Durante ese tiempo, realizó esfuerzos por la paz y para combatir la miseria, que nadie había hecho hasta entonces. Annan medió en serios conflictos entre países severos y, algunas veces, violentos, como Irak, Libia, Nigeria y Ruanda.
En su gestión, la ONU pasó por profundas transformaciones, dando mucho más énfasis a la mediación de conflictos y a la defensa de los derechos humanos, incluso en el combate a enfermedades como el sida, la malaria y la tuberculosis.
Todos esos esfuerzos fueron reconocidos en 2001, cuando Annan compartió con la ONU – reconstruida por él – el premio Nobel de la Paz.
Annan recibió varios títulos, honores y premios y, aun después de dejar el comando de la ONU, sigue luchando por la igualdad entre los hombres. Si hubiera optado por seguir la vida de comodidad a la que tenía derecho, millones de personas serían miserables – eso únicamente, si estuvieran vivas.