“Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y Él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, Él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: Delante de Ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de Mí todos vosotros, hacedores de maldad.” Lucas 13:23-27
Existen dos puertas: por una es fácil entrar, por la otra es difícil, muy difícil entrar, sin embargo, quien entra por ella recibe la Salvación.
Esa puerta tiene el formato de nuestra alma, formato único, independientemente del tipo físico de las personas. Alto o bajo, gordo o delgado, el formato del alma es uno solo.
Y un día esa puerta será cerrada.
Si estando abierta es difícil entrar, cuando se cierre será imposible.
¡El Altísimo es Omnisciente, Él lo sabe todo!
Antes de que fuéramos formados, Él ya nos conocía. (Jeremías 1:5)
Pero, aun así, Él no conoce como siervos a aquellos que practican iniquidades, aunque algunos incluso participen de la Santa Cena, esos son extraños a Sus Ojos. Sus siervos son aquellos que hacen la voluntad de Su Padre.
¿Cómo hacer la voluntad de Dios sin sentir dolor?
Para pasar por la puerta que es estrecha, pero que me conducirá a la Salvación, necesito sentir dolores todos los días, el dolor de la renuncia, el de negar nuestra propia voluntad …
A propósito, ¿cuál es el dolor que usted sintió ayer y está sintiendo ahora?
NUNCA OLVIDE: Un día la puerta estrecha será cerrada.
Si estando abierta ya es difícil entrar, cuando esté cerrada, y puede estarlo en cualquier momento, entonces será imposible.