Un geriátrico. Tres decenas de abuelos que pasaban los últimos años de su vida allí. Un incendio. Cuatro muertos.
En el geriátrico San Marcos, ubicado en la calle Echeverría 3434 del barrio porteño de Belgrano, se desató un incendio que terminó con la muerte de cuatro abuelos. Uno murió en el lugar, mientras que los otros tres lo hicieron camino a los diferentes hospitales a los que fueron trasladados.
Además, otros 17 ancianos fueron llevados a los hospitales Zubizarreta, Tornú y Fernández de la Ciudad de Buenos Aires, mientras que otros nueve fueron atendidos en el lugar y están fuera de peligro.
El fuego se originó pasada la medianoche del domingo 17 en el tercer y último piso del edificio, en el que se encontraban seis ancianos. Un total de seis dotaciones de bomberos y 25 ambulancias del SAME se acercaron al lugar para atender a los abuelos.
“En el geriátrico San Marcos tenemos la repetición de un hecho que es la falta de personal. Casi 30 pacientes cuidados por una sola persona. Es imposible hacer cualquier evacuación”, sostuvo Eugenio Luis Semino, Defensor de la Tercera Edad de la Ciudad de Buenos Aires, en una entrevista con radio Milenium. “Se advirtió el hecho desde afuera del geriátrico y los primeros auxilios se dieron desde afuera del geriátrico”, indicó.
Abuelos en la mira
El año 2014 estuvo marcado por una gran cantidad de asaltos que tuvieron como víctima a los mayores. Muchos de ellos murieron durante o después del hecho de inseguridad, ya sea por un infarto provocado por el susto o por las agresiones infringidas por los delincuentes.
De acuerdo con las declaraciones de Eugenio Semino, defensor del pueblo de la Tercera Edad, a La Nación, “desde hace varios años se evidenció una mayor violencia en los delitos que sufrieron nuestros abuelos”.
Si el abuelo no muere en el asalto, quedan consecuencias que perduran en el tiempo. “Aunque el abuelo pueda sobrevivir a un asalto, en el futuro el trauma experimentado en una situación así terminará minando su salud. El shock postraumático en el adulto mayor que sufrió un asalto quedará en evidencia con el tiempo a través del miedo y las fobias que necesariamente provocarán descompensaciones”, agregó Semino.
Los abuelos que viven solos son el blanco preferido de los asaltantes. La costumbre de guardar dinero y joyas en la casa representa un gran atractivo para los ladrones, que no encuentran dificultades a la hora de engañar a los abuelos para irrumpir en su domicilio.
Por otro lado, hay jubilados que cobran pensiones en su país de origen, y, aunque ya no las perciben más en euros o dólares, la fantasía del ahorro o la abundancia quedó instalada, cuando en realidad la mayoría de los abuelos apenas logra llegar a fin de mes.
“Otro de los factores que influyeron en el aumento de la violencia en los hechos delictivos contra jubilados fue el notable cambio en el perfil del delincuente. Hace 20 o 30 años era muy difícil encontrar un ladrón que tuviera que hacer uso de la violencia en los robos. Esto ocurría porque, en cierta medida, el asaltante de antes podía llegar a tener una identificación positiva con los abuelos que le generaba los frenos inhibitorios para no pegar, agredir o matar”, manifestó el defensor de la Tercera Edad. Hoy, lamentablemente, esos códigos no existen más, y cualquiera puede ser víctima de un robo.
Maltrato y prevención
La Organización Mundial de la Salud lo define como “un acto único o repetido que causa daño o sufrimiento a una persona de edad, o la falta de medidas apropiadas para evitarlo, que se produce en una relación basada en la confianza”.
Puede adoptar diversas formas, como el maltrato físico, psíquico, emocional o sexual, y el abuso de confianza en cuestiones económicas. También puede ser el resultado de la negligencia, sea esta intencional o no.
De acuerdo con los especialistas, existen varios tipos de maltrato a los mayores. Puede haber abusos físicos, golpes y agresiones; psicológicos, amenazas e insultos; y económicos, en los que un tercero se apodera de los ingresos del abuelo.
En muchos casos, los abuelos no cuentan con la medicación necesaria para combatir las enfermedades propias de la edad, no son bien higienizados y viven en un estado de abandono y reciben amenazas, insultos y hasta la negativa de salir a la calle o recibir visitas de otras personas.
Prevenir este tipo de problemas es una tarea difícil. Hay que empezar por concientizar a la sociedad para que comprenda que el adulto mayor no es una carga. Estimular a los más chicos a que llamen a sus abuelos y que pasen tiempo con ellos es una buena iniciativa. También ayuda mucho que los hijos se ocupen de sus padres, los visiten y se interesen por lo que les sucede. Recuerde que si no fuera por ellos, hoy usted no estaría en este mundo.
Cuando hay espíritu no importa la edad
La Universal cuenta con un trabajo especialmente pensado para los adultos mayores. El Grupo Caleb busca acompañarlos y darles atención. Sus miembros, personas mayores de 50 años, son preparados para brindar contención a los ancianos que ya concurren a la iglesia y también para hablar de Jesús a quienes todavía no Lo conocen.
A través de actividades recreativas como paseos, viajes, talleres y charlas, los adultos mayores recuperan la autoestima perdida y empiezan a disfrutar de la tercera edad. Recientemente, por ejemplo, se realizó un viaje al Templo de Salomón, en Brasil. Para muchos abuelos fue su primer viaje en avión. Además, se realizan periódicamente controles de presión arterial, cortes de pelo y manicuría.
Recientemente, sus integrantes fueron consagrados en el Templo de la Fe y el obispo Djalma afirmó: “Para el mundo, cuando una persona llega a los 50 o 60 años de edad, ya no tiene más valor, pero para nosotros son las personas más valoradas, más importantes, porque cuando cada una de ellas habla, es la voz de la experiencia”.
Para sumarse al Grupo Caleb, acérquese a la Universal más próxima a su domicilio, donde encontrará la información que necesita.
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