A mucha gente no le gusta trabajar. Odia el esfuerzo. ¿Recuerda a esos compañeros de la escuela que reclamaban: “¿Por qué tengo que estudiar? ¿Por qué tengo que ir a la escuela? ¡Nunca voy a usar eso…!” Si usted era ese compañero, discúlpeme. O mejor dicho, nada de discúlpeme, usted entiende mejor todavía lo que estoy diciendo. Pues bien.
Hay gente que huye del trabajo.
Estas mismas personas son las que quieren ser ricas, alcanzar sus sueños, tener una vida confortable, pero no están dispuestas a pagar el precio. Entonces vienen las ilusiones: jugar a la lotería, esperar que un gobernante mesiánico venga a salvarlos, orar a Dios para que Él haga lo que ellas tienen que hacer, culpar a los demás por sus fracasos. Y la vida nunca cambia.
Como estas personas genuinamente creen que es posible tener mucho haciendo poco, a veces salen por ahí anunciándoles y vendiéndoles ideas baratas a los bobos. “Gane dinero fácil.” “Pierda peso sin hacer dieta.” “Sea rico trabajando en las horas de descanso.” “Jesús te ama, no necesitas hacer sacrificio.” Esté avisado.
Lo que esas personas quieren es que usted sea como ellas – derrotadas.
Si usted realmente quiere cambiar de vida, entienda que no se conquista mucho haciendo poco. O abraza las luchas con garra y sed de victoria, o acepta de una vez por todas su situación de derrotado.
“Cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquél pondrás aparte; asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber.” Jueces 7:5
(*) Texto retirado del blog del obispo Renato Cardoso