Primero se la conoció en Rusia, donde obtuvo su nombre “krokodil”, que significa “cocodrilo” y llegó a convertir en adictos a un millón de personas. Luego llegó a los Estados Unidos para finalmente abrirse paso hacia México y Colombia. Esta droga sintética es muy económica, por eso se la llama también “la heroína de los pobres”.
Se le llama ‘krokodil’ por la apariencia que deja en la piel tras ser inyectada, la cual es muy similar a la del cocodrilo. La droga satura las venas, ya que no logra disolverse completamente en la sangre. Las acumulaciones se abren camino hacia distintos lugares del cuerpo y comienzan a dañar tejido. Es decir, la droga mata desde el interior de cuerpo y se va carcomiendo la carne.
Según el International Journal of Drug Policy, sus efectos pueden ser trombosis y hemorragias, grandes úlceras en la piel, flebitis y gangrena en la zona donde se inyectó la droga, infecciones de la piel que llegan hasta los huesos, pérdida de miembros, como dedos, piernas, brazos, desprendimiento de la piel en zonas de tejido muerto, ulceración de las venas, neumonía, septicemia, estallamiento de las arterias, meningitis, pérdida de dientes, estallamiento de oídos, nariz y labios, fallo renal y hepático, problemas al hablar, problemas con la coordinación motora, fallos en la concentración y memoria, y cambios de personalidad.
“Encontré la salida que tanto necesitaba”
Patricio Carrizo llegó a la Universal tras la invitación de un amigo, él estaba teniendo muchos problemas por los vicios y cuando esta persona le dijo que había una solución, comenzó a participar de las reuniones con determinación.
Él consumía pastillas, alcohol y marihuana, y tenía problemas con la Policía. Tras un enfrentamiento terminó en el hospital 24 días. “Recuerdo que delinquía estando empastillado. Una vez me dieron un balazo en un riñón y la bala quedó alojada en la arteria del corazón. Me salvaron, pero perdí el riñón y me hicieron 33 puntos”.
Usando su fe, Patricio logró vencer los vicios y la delincuencia, pasó a tener paz en su interior y fue cambiando. Con Dios aprendió a colocarse metas, al tiempo se casó y se cumplió su sueño de ser feliz completamente.
“Hice las cadenas sin faltar y Dios me dio la fuerza para dejar todo. Siempre seguía los consejos que me daban, buscaba obedecer en todo. Así me convertí en una nueva persona. Hoy tengo ganas de vivir, el pasado quedó atrás”, afirma sonriendo.
Sea libre de los vicios, domingos a las 15, en Av. Corrientes 4070, Almagro.
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