El primer hombre, Adán, fue creado por Dios. El último Adán, Jesús, fue nacido de Dios.
Mientras que la persona no nazca del Espíritu Santo, sea o no cristiana, continuará siendo apenas criatura, cuya naturaleza es terrenal. Es decir, alma viviente y sujeta a los caprichos del corazón engañador. Sus sentimientos siempre hablarán más fuerte que la razón.
No importa si es inteligente y capaz, sus elecciones siempre serán influenciadas por los sentimientos, lo que implica resultados negativos.
Pero, al ser generada por el Espíritu Santo, su naturaleza se vuelve espiritual. Es espíritu. Pierde la naturaleza terrenal o sentimental para asumir la naturaleza celestial o espiritual.
“Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” Juan 3:6
La criatura de la Tierra es terrenal; la del cielo es celestial.
No hay término medio. Ella es terrenal o celestial.
“Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante.” 1 Corintios 15:45