Al entrar al Templo de Salomón, en el barrio de Brás, en San Pablo, Brasil; es posible notar la imponencia del Altar que llama la atención de los presentes. Equivocadamente, hay quien vea al Altar solo como escenario de presentaciones. Sin embargo, él simboliza mucho más que el lugar donde los obispos y pastores ministran prédicas a los fieles. Él es un lugar sagrado en el que se encuentra la presencia de Dios.
Desde el pasado, el Altar siempre fue un Lugar Santo a donde no se iba por cualquier motivo, sino para buscar las respuestas de Dios. En él, muchos héroes bíblicos probaban su fe a través del sacrificio de animales de sus rebaños, como lo hicieron Abel, Noé y Abraham.
Durante la peregrinación de los hebreos en el desierto, un nuevo Altar fue constituido, bajo las órdenes Divinas, para estar en el medio del pueblo. Era una estructura cuadrada, hecha de madera de acacia y revestida de bronce, con cuernos en cada esquina, que servía para sacrificar a los animales en favor de la expiación de los pecados. Se ubicaba en el patio externo de la tienda especial y móvil destinada a la adoración a Dios, el Tabernáculo.
Dentro, había una rejilla de bronce, donde los animales eran puestos y consumidos por el fuego. El humo, que subía al cielo, representaba la purificación. Esa actitud de sacrificio simbolizaba la muerte de los pecados y de las voluntades humanas.
En la parte externa del Altar había argollas para atravesar las varas que lo transportaban cuando el campamento se movía. De esa forma, el altar siempre estaba con el pueblo, no importaba a donde fueran.
Algunos objetos ayudaban en el servicio del sacrificio en el Altar, como palas, calderos para recoger la ceniza, tazones para la sangre, garfios y braseros. Durante la visita al Jardín Bíblico del Templo de Salomón, es posible ver de cerca los detalles de ese Altar y de otros elementos.
El Templo de Salomón, construido años más tarde, sustituye la tienda móvil, pero, siguió, básicamente, la misma planificación dada por Dios a Moisés años antes. Siendo así, el Altar siempre seguiría existiendo para ser el lugar sagrado de ofrendas y sacrificios.
Lugar de la perfección
En el pasado, para que haya remisión de los pecados, era necesario sacrificar un animal perfecto en el Altar de bronce del Tabernáculo. Cuando la sangre del animal era derramada después de ser quemado, los pecados, de hecho, eran expiados. La obediencia de la sangre derramada en el Altar traía la respuesta del perdón. No había otra manera de acercarse a Dios. La alianza con Él para la remisión de los pecados dependía de ese sacrificio.
Hoy, también es así en el Altar de Dios. Para obtener respuestas de Dios y el cumplimiento de Sus promesas, es necesario hacer un sacrificio de manera que haya derramamiento de sangre, el sacrificio que duele. ¿Cómo eso es posible?
Así como la sangre de un animal representaba la vida del hombre, hoy las personas derraman su sangre en el Altar a través del sacrificio de sus vidas, como aclaró el obispo Clodomir Santos en una reciente reunión en el Templo de Salomón. “La vida está en la sangre. En el pasado, estaba en el sacrificio del animal. Lo que valía no era el tamaño del animal, era su sangre. De la misma manera, cuando la persona hace un sacrificio económico en el Altar, es la vida de la misma la que está ahí.”
Él explicó cómo es la ofrenda que es sacrificada en el Altar actualmente. “Vea cuánto tiempo de vida usted trabaja, cuanto sudor, cuanta sangre usted da. Entonces, cuando usted está colocando su todo en el Altar, sin reservas, usted está poniendo su sangre.”
Para que la vida del sacrificante esté en el Altar, no es suficiente que solo se acerque, sino que suba a Él. “Cuando la persona es escogida por Dios, no hay nada que pueda impedirle que suba al Altar”, dijo el obispo.
Por eso, el Altar de hoy es igual al Altar de sacrificios del pasado. Es el lugar donde la persona escogida por Dios demuestra a quién pertenece. Si la vida de la misma está en el Altar, estará apta para disfrutar lo que Dios ofrece, porque ella no teme derramar su sangre.
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