“Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Gálatas 5:14
La capacidad de un individuo de realizar lo que se propone, especialmente estar al lado de un amigo cuando él más lo necesita, es una prueba de amor a sí mismo y hacia el otro. Pues el amor es generoso, no mide esfuerzos y está repleto de compasión.
Amarse a sí mismo, y no tener vergüenza de asumir eso, no es vanidad, egoísmo o arrogancia. Es señal de inteligencia, siendo que Jesús dijo que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Por lo tanto, es muy importante conocer y respetar nuestros deseos y límites, antes de cualquier decisión en la vida.
Ese entendimiento personal y verdadero nos prepara para comprender el dolor y la alegría ajenos. Por eso, confrontar nuestras propias actitudes, y verificar si estamos actuando según nuestros preceptos de fe, es un ejercicio diario de observación para cada uno de nosotros.
El conocimiento de la Palabra será la que nos orientará en esa búsqueda, y todo lo que descubrimos en oración será válido, y puesto en práctica de ahí en adelante. Más que querer ayudar, debemos saber cómo hacerlo. A partir de nuestras propias experiencias, podremos compartir sabiduría y compasión.