“Siempre fui evangélica, y para mí no hay lugar mejor que la presencia de Dios. Me bauticé a los 12 años, con la consciencia de mi acto. Bueno, durante estos tiempos sucedieron varias cosas: mis padres se separaron y mi padre ya no es más evangélico, y yo quedé medio perdida en medio de todo eso, prestándole atención a mis sentimientos. La mayoría de mis ‘amigos’ no es evangélica, pero yo paso el día con ellos, por estudiar todo el día. Eso me afecta. Siempre quedo más en la mía e intento no prestarle atención a lo que ellos hacen, aun siendo difícil.
Bien, este año apareció un ‘amigo’ de la escuela antigua, y yo siempre fui muy apegada a él, y me ‘involucré’ cuando no debería. Y por no hacerme bien, le di un basta a eso y se terminó. Pero, ¿sabe cuando al mismo tiempo nos sentimos culpables y por otro lado no? Estoy así. Ya Le pedí perdón a Dios de todo mi corazón y creo y confío en el perdón de Dios.” – Amiga.
Respuesta:
Para que usted pueda ayudar a alguien es necesario que esté bien primero, pues nuestra lucha no es contra carne, ni sangre, sino espiritual, y el diablo no está jugando para perder. No se deje envolver por el mundo, por las amistades, ni intente refugiarse en alguien como un chaleco salvavidas, principalmente si esa persona no posee su misma fe, o mismo propósito de agradar a Dios. Algo que comienza mal, probablemente no terminará bien.
Usted menciona algo de sentir culpa y al mismo tiempo no. Analice sus sentimientos, pues el arrepentimiento, al contrario del remordimiento, no trae dudas. Piense en eso.
(*) Respuesta retirada del blog Cristiane Cardoso
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