¿Quién nunca oyó hablar de una historia de noviazgo que comenzó con una amistad? Eso es más común de lo que se imagina. La base de un noviazgo saludable es una combinación de afinidades y objetivos en común, por eso, un lazo de amistad puede servir como un disparador para una relación amorosa. El peligro surge cuando uno de los dos ya está comprometido con otra persona. En ese caso, el disparador puede detonar una bomba suficientemente fuerte para destruir hogares y arrasar la vida de quien decide jugar con fuego.
En la época de nuestros abuelos, las mujeres se quedaban en sus casas aprendiendo tareas domésticas y la poca interacción social era con otras mujeres. Un simple noviazgo era una tarea ardua, llena de rituales familiares y obligaciones a ser cumplidas por el pretendiente. Hoy, esas historias suenan como leyendas, pues los hombres y las mujeres comparten, lado a lado, puestos de trabajo, escuelas, áreas de ocio, etc. No hay más dificultad para que se acerquen tanto física como sentimentalmente.
Sobrepasando los límites
El resultado es que muchas personas se están exponiendo a situaciones por las cuales no están preparadas para lidiar. Por ejemplo, cuando una mujer comprometida pasa a intercambiar confidencias con un compañero de trabajo y él le da atención, surge entre los dos una complicidad que solo debería existir entre ella y su pareja. Cuando una relación de amistad comienza a cruzar los límites, solo basta un paso para que se vuelva un caso extraconyugal. Aunque uno no tenga la intención de traicionar, la persona no puede controlar los sentimientos del otro ni las consecuencias de ese involucramiento emocional.
Las mujeres corren el riesgo de meterse en problemas, pues, habitualmente, la necesidad de un compañero que las oiga y les dé atención es más fuerte en ellas que en los hombres. Ellos, a su vez, generalmente se sienten involucrados más por la cuestión física y por la aventura de la conquista, y terminan supliendo las necesidades emocionales de ellas en ese momento. Solo más adelante, la mujer se da cuenta de que aquel amigo tan perfecto también tiene tantas imperfecciones como su compañero actual – pero para ese entonces, el daño ya está hecho.
Convivir con otros hombres y mujeres es inevitable, pero lo ideal es preservarse, limitándose al contacto necesario, con educación, pero sin dar mucha libertad. En vez de mantener amistades cercanas con personas del sexo opuesto, haga de su pareja, su único amigo íntimo. Toda la energía que usted colocaría en otro hombre, colóquela en conocer más a su compañero y estrechar sus afinidades. El trabajo para construir una amistad íntima con un conocido o cultivar la relación con su marido es lo mismo. Y es mucho menos doloroso tener que cortar amistades e incluso cambiar de empleo, que vivir un desastre en su casa. Claro que el hombre también debe seguir estos principios básicos, pero el cambio necesita comenzar por uno de los dos. La mayoría de las veces por el más inteligente.
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