“Anda delante de Mí y sé perfecto.”, (Génesis 17:1).
El concepto Divino sobre la perfección es diferente del concepto humano.
A los ojos del mundo, perfecto es aquel que no falla. ¿Qué ser humano es el que no falla? ¿Cuál fue el héroe de la fe que no falló, inclusive siendo muy usado por Dios? No existió. ¿Y cómo es posible que Dios exija perfección de alguien que naturalmente es imperfeto? ¿Acaso Él le exigiría a Su criatura algo que es imposible? ¡Claro que no! Entonces, ¿qué tipo de perfección exige Él?
El hecho es que cuando se anda delante de Él es como andar en la Luz. Es imposible no ver los peligros y evitarlos.
Es imposible no ver sus propios errores y no corregirse. Es imposible andar delante de Él y ser mentiroso, tener un comportamiento malo, corrupto, adúltero, traicionero, perverso, encubierto, en fin, es imposible andar con Él y practicar injusticias. Cada uno tiene su manera de ser y, por ese motivo, falla, peca e incluso hace lo que no le gustaría hacer.
Hasta el apóstol Pablo confesó: “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.”, (Romanos 7:15-23).
Ser perfecto, para Dios, es ser justo en la forma de ser y de actuar.
¡Que Dios los bendiga a todos!
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