“¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores.” (Salmos 1.1)
Si usted quiere tener a Dios como aliado, debe rechazar el consejo de los impíos y de sus compañías. Escuchar y caminar con Dios es infinitamente más agradable.
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