El ajetreo de la vida moderna ha llevado a que muchas personas alimenten constantemente un sentimiento llamado ansiedad. Las horas perdidas en el intenso tránsito de las grandes ciudades, el exceso de trabajo, además de la violencia urbana, han dejado a muchos con la mente preocupada, incluso antes de que los problemas surjan.
Y, aunque hoy en día esa sensación es muy visible en muchas personas, no se trata de algo nuevo. La propia Biblia ya advierte el hecho: “La ansiedad en el corazón del hombre lo deprime, mas la buena palabra lo alegra.” (Proverbios 12:25)
Cuando ese disturbio afecta a los niños
Lamentablemente la ansiedad infantil va en aumento. En la última década, por ejemplo, el número de niños diagnosticados en Estados Unidos con este trastorno, aumentó un 25%, según el National Institutes of Mental Health, organización científica norteamericana especializada en salud mental. En Brasil, el número de niños con ansiedad ya supera el 60%, esto quiere decir que seis de cada diez niños padecen este trastorno. Estos datos pertenecen al Centro de Atención de Investigación de Psiquiatría de Infancia y de Adolescencia (CAPIA) en su sigla en portugués, de Río de Janeiro.
Pero, ¿cuáles son los motivos que llevan a un niño a ser ansioso? ¿Y cómo los padres deben manejar la situación?
Según los especialistas, las causas pueden variar desde la rigidez en la educación, hasta presenciar peleas o escuchar comentarios de los adultos sobre el desempleo y problemas económicos.
“Los padres son figuras fundamentales para un niño, porque son ellos los que formarán su desarrollo. Es importante que se informen, ya sea a través de profesionales e incluso por medio de lecturas especializadas, sobre cómo se origina este desarrollo, y qué función desempeñan en este proceso. La adecuación de sus actitudes, el hecho de suplir sus necesidades, la convivencia con la inseguridad y el placer, el manejo de los deseos y la frustración son situaciones que enfrentarán diariamente y, con certeza, les ofrecerán a sus hijos la oportunidad de este aprendizaje, que, en el futuro, los dejará en condiciones de convivir y enfrentar las situaciones más complejas”, afirmó el especialista en neurología pediátrica Saul Cypel, de la Fundación María Cecília Souto Vidigal, de San Pablo, Brasil.
El obispo Júlio Freitas afirma en su blog que es necesario que las personas confíen en Dios para que no sean ansiosas, y que las mismas les enseñen a sus hijos el mismo camino: “Usted no tiene derecho a estar ansioso/a en absolutamente ninguna área de su vida, estando seguro/a de que Dios cumplirá lo que prometió. Nuestra obligación no es estar inquietos o ansiosos, sino mantener la confianza de que Su Espíritu habitará en nosotros, nos guiará hacia toda la verdad, y que alcanzaremos nuestros objetivos, porque fueron dados por el propio Dios.”
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