“No debería haber dicho eso.” ¿Quién ya se arrepintió por haber sido rudo o haber ofendido a alguien con una simple palabra? Algunos se dan cuenta del mal hecho en el momento, hay quienes demoran horas, días o nunca reconozca una ofensa, porque pensaba tener la razón y no supo oír al otro.
Para quien ya lo hizo, no hay cómo volver atrás. Arrepentirse sí, ya que es un gran acto de coraje y fe. Pero, lo ideal es que en los momentos difíciles nos detengamos antes a pensar qué actitud tomar o qué palabra decir, para que no lleguemos al límite de desagradar o entristecer a alguien.
“Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.” Santiago 1:26
Debemos medir lo que decimos. A veces, las personas no quieren oír la verdad. Sin embargo, prepárelas para escuchar, es su papel ser amigo, compañero y orientar a quien lo necesita. Explíquese con serenidad, nunca con agresividad. Busque ser oído y comprendido.
Por otra parte, una palabra no pensada también puede levantar un falso testimonio, una difamación. En vez de desincentivar a alguien con palabras desmedidas, busque el equilibrio entre ellas. Piense y reflexione por qué razones usted diría eso de alguien.
“Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.” Colosenses 4:6
El Señor Jesús siempre tenía una palabra de amor y edificación para decirle a Su prójimo. Lo que demuestra el cuidado con las personas a Su alrededor y con Su propia fe, en plena comunión con Dios. “Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño.” 1 Pedro 3:10
[related_posts limit=”10″]