Hay personas que incluso creyendo en Dios, incluso viviendo una fidelidad religiosa, no logran nada. Ellas piensan que el hecho de conocer a Jesús es suficiente, pero eso no basta. Es importante que tenga un engranaje perfecto con Jesús, pues de lo contrario, la persona no va a usufructuar nada de lo que Él ha prometido. Dios sella a los Suyos y cuando la persona es de Él, tiene que conquistar la victoria.
La lucha trabada cada día no es aquella entre patrón y empleado, marido y mujer, o incluso entre parientes o amigos. Esa es una gran batalla espiritual. O usted vence o es vencido. No hay empate, no hay acuerdo, es una guerra contra las fuerzas del mal.
El apóstol Pablo dijo: “…no tenemos lucha contra sangre y carne…”. Nuestra lucha no es contra las personas o instituciones sino contra los espíritus del mal que actúan en las personas haciéndolas más desobedientes, infieles e injustas.
Los espíritus inmundos actúan en los hombres – en cuanto seres humanos – volviéndolos sin afecto, ladrones, bandidos y asaltantes. Esos espíritus traen toda clase de desgracias a la vida de las personas, y contra ellos solo hay una salida: la armadura de Dios, la fe y la vida depositada en el altar del Señor, entregue 100% a Él.
La persona puede ser lo que sea: inteligente, fuerte, saludable y tener dinero, pero contra los espíritus malos, solo los que son sellados por el Espíritu Santo pueden vencer. Él no nos llama al fracaso. La alegría del Señor es nuestra fuerza. En toda la Palabra de Dios encontramos 366 veces a Dios diciendo: “no temas”, una para cada día del año. Dios nos dio Su Espíritu, por lo tanto, no quiere que tengamos recelo. Si Él está con nosotros, ¿quién será contra nosotros? El apóstol Pablo dijo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.
Cuando tenemos un compromiso con el Señor Jesús, cuando estamos en alianza con Dios, no hay manera de perder la lucha o de ser derrotado.
Muchas personas han sido engañadas por los espíritus inmundos y mentirosos. Solamente el Espíritu Santo es capaz de guiarnos, dirigirnos, enseñarnos y hacernos victoriosos, porque Jesús es glorificado en nuestra victoria.
Si nuestros padres se alegran con nuestras victorias, imagine Dios. Piense en Su alegría al vernos vencer. Él nos ha capacitado a través de Su Espíritu: nos ha dado Su Nombre, Su Palabra. Entonces tenemos tres cosas: Su Espíritu, Su Nombre y Su Palabra. Con esas tres armaduras vencemos cualquier batalla.
Pero para que la victoria sea realidad, usted tiene que estar 100% con su vida en la presencia de Dios. No basta llevar una vida religiosa común. Es necesario, antes que todo, tener una alianza perfecta con Jesús, de esta manera usted tendrá el sello de Dios. De lo contrario, no tendrá Su marca y al no tenerla, será un fracasado.
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