El hipo no es otra cosa que una alteración momentánea en el modo de respirar, que provoca ese ruido tan gracioso (“hip hip”) cuando exhalamos el aire por la boca. Esto sucede cuando el diafragma, un fino músculo entre el tórax y el abdomen, que controla nuestra respiración, se contrae y la glotis (localizada en la región de la garganta) se cierra.
Entre los motivos que desencadenan el hipo están consumir bebida con gas (gaseosas) en exceso, “tragar” aire, reírse a carcajadas, alimentarse en gran cantidad y rápido, además de cambios bruscos de temperatura en el cuerpo (tomar café caliente y, después, agua helada, por ejemplo) o del ambiente.
Susto
Cuando nos asustamos, nuestra primera reacción es inspirar fuerte, llevando mucho aire a los pulmones y presionando el diafragma. Entonces, el músculo que antes estaba contraído provocando el hipo, con la presión, vuelve a funcionar normalmente.
En el instante el susto, el organismo libera también adrenalina, una substancia que restablece el funcionamiento normal de aquella región, provocando que el hipo pare de inmediato.
El hipo también puede cesar cuando bebemos agua con la nariz tapada, o al sostener la respiración por algunos segundos.