El obispo Julio Freitas enseña que el miedo, la amargura y la duda impiden que una persona reciba el Espíritu Santo
En este 4º Ayuno de Daniel, el responsable del trabajo de la Iglesia Universal del Reino de Dios en Portugal, el Obispo Julio Freitas, ha posteado diariamente en su blog consejos para que los participantes del propósito hagan un análisis introspectivo y evalúen lo que puede estar impidiendo el bautismo con el Espíritu. Es una verdadera lección de desintoxicación. Vea algunas de las orientaciones.
Desintoxíquese del miedo
El miedo le impide a una persona actuar, avanzar o descubrir sus talentos y potencial. El miedo lo lleva a actuar siempre con desconfianza. Es tan destructor que lleva a la persona a creer que sucederá exactamente lo que ella teme.
Sólo hay una manera de vencer el miedo, enfrentándolo. Si usted tiene, admite o lo detecta, crea en la Palabra de Dios, rechácelo y desintoxíquese.
“El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.” (Hebreos 13.6)
Desintoxíquese de la amargura
La persona que guarda y alimenta este sentimiento, que es venenoso, corrosivo y destructivo, no sólo se contamina, además se intoxica. Mientras la amargura se mantenga en el corazón, la persona se convierte en “una asesina”, es como si estuviera matando a la persona que la hirió y, principalmente, a sí misma.
Está comprobado por la ciencia que la amargura da origen a innumerables enfermedades, por eso si desea recibir el perdón de Dios y Su Espíritu, antes debe perdonar de todo corazón, sólo de esa manera el Espíritu Santo encontrará espacio para entrar y permanecer.
“Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. [Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.]” (Marcos 11.25-26)
Desintoxíquese de la duda
La indecisión o creer que se tomó la decisión equivocada ¡son algunas de las peores cosas que existen en relación a la fe! Así es que actúa la duda, haciendo que la persona quede dividida entre dar oídos a la Voz de Dios o a la del mal. La Voz de Dios es la certeza, la convicción y quien manifiesta la duda no logra discernir una de la otra. Este tipo de persona solo logra escuchar la voz del engaño, queda “encima del muro”, sin saber si se entrega totalmente o si continua viviendo a su manera, ¡dividida! Pero no hay forma de servir a dos señores.
“… porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.” (Santiago 1.6-8)