“Estaba muerta en vida”
Elena Ayala: “Todo el tiempo discutíamos con mi esposo porque él era muy celoso, eso nos llevó a la separación, y yo terminé viviendo debajo de un puente. Estaba angustiada, triste, no tenía ni para comer, mi vida era un infierno. Mi autoestima estaba destruida porque había sido muy humillada en mi vida, eso me llevó a estar depresiva. Durante un año estuve viviendo bajo un puente en Flores, un día se prendió fuego todo y me quedé literalmente en la calle. En ese tiempo empecé a trabajar en casas de familia por horas. Toqué fondo, no podía más.
Así llegué a la Universal, mi hermana me invitó, tuve que perseverar y lo primero que cambió fue que pude dormir de noche y empecé a sentir paz. Dios restauró mi vida sentimental, diez años después nos encontramos nuevamente con mi esposo, él comenzó a buscar a Dios y nos casamos. Él cambió, ahora me trata bien, me valora y respeta, hoy somos felices.
Pero me faltaba algo más y al participar del Ayuno de Daniel me dediqué a buscar el Espíritu Santo. Hice todo lo que el pastor me indicó, me costó dejar las distracciones, pero tenía el deseo de recibir la plenitud de Dios, buscaba a la madrugada ser llena de Él, hasta que un día finalmente fui llena del Espíritu Santo, es algo indescriptible, pasé a tener un gozo, paz y alegría inmensas”.
“Necesitaba una transformación interior”
Liliana Bogue: “Tenía muchos problemas espirituales, económicos, enfermedades, fumaba dos atados por día y padecía fobia social. Le tenía miedo a las personas, no podía estar en lugares muy concurridos, era terrible. Mi familia salía y yo sufría, no veía la hora de volver porque creía que me iban a atacar y me daban palpitaciones. Mi matrimonio, mi familia y mi economía se destruyeron cuando busqué ayuda en los espíritus para mi salud. En mi trabajo siempre era pisoteada, me habían embargado el sueldo, tenía que pagar una deuda y perdí todo el dinero de un plazo fijo. Hasta intenté suicidarme por tantos problemas.
Cuando comencé a participar de la Universal, pude dormir, se me fueron los ataques de pánico, el nerviosismo y, con el tiempo, comprendí que me sentía inferior a los demás y fui superando ese complejo de inferioridad y la fobia social también.
Participé del Ayuno de Daniel porque quería tener un encuentro con Dios, ya había cambiado, pero había cosas en mi carácter que tenía que trabajar más. Buscaba estar más cerca de Dios, así fui transformada, fue algo maravilloso, una renovación total. Pasé a ver las cosas con otros ojos”.
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