Si el buey tuviera consciencia de su fuerza, no se sometería a trabajos forzados. Lo mismo sucede con relación a los sellados con el Espíritu Santo. Si ellos supieran el poder que tienen, jamás se lamentarían a causa de sus problemas.
Israel era esclavo en Egipto. Sus fuerzas se habían agotado y estaba muy débil. Pero, al librarlo de los opresores egipcios, Dios le dio la fuerza del buey salvaje.
Usted que recibió el sello Divino necesita saber que ese poder no le fue dado para hablar en lenguas, sino para conquistar a las “naciones paganas” que viven a su alrededor diariamente. En vez de quedarse disfrutando su fuerza, úsela para la gloria de su Señor.
Nacimos de Dios, fuimos sellados con Su Poder; por lo tanto, vivamos exclusivamente para servirlo con más eficiencia.
¡Ocupe su mente en conquistar para la gloria del Señor, a Quien usted pertenece! Y las demás cosas (matrimonio, familia, éxito económico, etc.) vendrán de forma natural.
Nunca permita que su corazón sea oprimido por las preocupaciones de este mundo, porque el diablo sabe aprovechar esa debilidad humana. En lugar de eso, lancémonos a la conquista de nuestro mayor objetivo: ganar almas.
Sepa que ganar almas es hacer la obra de Dios. Pero no siempre hacer la obra de Dios es ganar almas. ¡Cuidado! No deje que su fuerza sea atada y controlada por el mal.
“Pero Tú me has hecho fuerte como un buey salvaje; me has ungido con el mejor aceite. Mis ojos vieron la caída de mis enemigos; mis oídos escucharon la derrota de mis perversos oponentes.”
Salmos 92:10-11