Griselda Sosa y Ángel Santillán hoy sonríen porque lograron cambiar de vida al comenzar a participar de las reuniones de la Universal. Allí encontraron la solución para sus problemas y lograron la paz y unión que tanto necesitaban.
Ella creció en un hogar violento que enfrentaba las consecuencias diarias de tener un padre alcohólico. Su madre buscaba ayuda en los curanderos, pero la situación no cambiaba.
Ángel por su parte destaca que los mayores problemas que enfrentó se dieron cuando se casaron. “Estábamos enamorados pero como éramos muy jóvenes mis padres no estaban de acuerdo con que nos casáramos. Finalmente nos casamos cuando tenía 17 años de edad, nos habíamos escapado, nos siguió la Policía, realmente nos costó estar juntos”, cuenta él.
“Yo sufrí un abuso a los 12 años de edad cuando estaba en la casa de una familia donde mi papá me dejó para que me cuidaran. Eso me traumó, al poco tiempo mi madre murió de cáncer en el estómago y mi padre comenzó a tomar más. Al tiempo, cuando fui a visitar a mi hermano, lo conocí a Ángel”, comenta ella.
Ellos comenzaron a salir en unas vacaciones de verano, a los seis meses él fue a buscarla y se fueron a vivir juntos. Ella estaba embarazada, entonces decidieron escaparse porque la familia de él les hacía la vida imposible. Su madre puso una orden judicial para que los buscaran porque eran menores de edad. Después se casaron y se fueron a vivir solos.
“Yo quería salir adelante, solo que mi padre me maldijo porque yo no quería servir a los espíritus como él, me dijo que nunca me iba a ir bien en la vida. Entonces, adonde yo comenzaba a trabajar, se fundía el negocio. No lo podía creer, siempre me pasaba lo mismo. Con mi señora siempre nos amamos pero de repente ella cambiaba y discutíamos por cualquier cosa. Ella me hería con sus palabras y eso hacía que yo pusiera una barrera, después me volví tan duro que nada me afectaba, en ese tiempo la odiaba”, agrega Ángel.
El tiempo pasaba y él comenzó a tomar y a fumar, hasta se relacionaba con malas compañías porque no le importaba nada. “Estuve a punto de matar a toda mi familia, algo me decía que los matara, pero recapacité y finalmente no lo hice”, destaca y reconoce que necesitaban ayuda porque la violencia entre ellos era extrema.
Ella llegó a la Universal mientras caminaba por San Miguel, encontró la iglesia cuando se encontraba llorando agobiada por tantos problemas, una persona la invitó a ingresar, se sintió mejor y lo invitó a Ángel. “La carga que sentía sobre mí fue saliendo, participaba de las reuniones y escuchaba la prédica del pastor, entonces me decidí a tener una nueva vida. Aprendí a usar mi fe y Dios fue obrando en nosotros. Lo invité a él y todo fue cambiando en nuestro matrimonio. Ahora somos muy felices y tenemos la familia que siempre soñamos tener”, finaliza ella.
[related_posts limit=”17″]