Quiero más salud, paz, una casa nueva y un auto último modelo en el garaje. ¿Quién no desea eso? ¿Quién no le pidió eso a Dios alguna vez? El problema no está en pedir, sino en cómo pedir. Dios no está obligado a conceder las bendiciones en el momento que las personas quieren.
Él es como un padre. Cuando le pedimos algo a nuestro padre terreno, no sale corriendo a traernos lo que pedimos, sino que evalúa toda la situación: si hay forma de darlo, si es merecido, en fin, como padres no podemos darles todo a nuestros hijos, aunque tengamos esa posibilidad. ¿Por qué? Porque es necesario que el hijo crezca con sus propias experiencias.
De la misma forma sucede con nosotros en relación a Dios. Él es nuestro Padre Celestial y tiene un cuidado aun mayor que nuestro padre terrenal. Él es omnisciente, o sea, sabe todas las cosas, conoce nuestros deseos y pensamientos. Y, por ser así, cuida aun más de nosotros, de detalles, y también por eso, conoce la mejor forma y el tiempo para que las cosas sucedan.
Generalmente, cuando estamos pasando por una situación complicada, es también cuando oramos más. Pero oramos pidiendo una respuesta y, muchas veces, nos olvidamos incluso de agradecer por todo aquello que ya tenemos, que no siempre son cosas palpables, como la salud, la alegría y la paz.
Y cuando oramos para pedir, pensamos que Dios, por Su misericordia, responderá rápidamente. Sin embargo, no podemos decir que eso sucederá en el próximo minuto. La única certeza que tenemos es que Él nos escucha.
“Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace Su voluntad, a ése oye.” Juan 9:31
Él no es un camarero, hacia quien levantamos el dedo y enseguida nos trae el pedido. Él es nuestro Padre y, como Padre, conoce exactamente nuestras necesidades; incluso aquellas más íntimas, y, principalmente, lo que es realmente necesario para nuestra felicidad.
Y esa paternidad celestial y el cuidado de Dios son confirmados por la Palabra, donde dice que hay tiempo para todas las cosas. Si hay tiempo para todo, la oración, no será respondida en cualquier momento.
“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.” Eclesiastés 3:1-8
Por eso, no trate a Dios como a un camarero, recuerde que Él es Su Padre celestial y, como Padre, sabe qué es lo mejor para usted y cuál es el mejor momento. No se preocupe, Él lo escucha y Su amor incondicional no dejará que se quede sin respuesta.